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Por Katia D'Artigues

Para Nayeli Roldán, con todo mi cariño, admiración y sororidad

Estoy furiosa.

Sí, con esta pasada sesión del Senado y el absoluto desaseo legislativo, en primer lugar. Por lo que significa: si de por sí en México -y no sólo en este sexenio- se legisla muchas veces, con excepciones, por supuesto, por cansancio y al ai’ se va, ahora sí se volaron la barda en muchas cosas en este país con tan precario equilibrio de poderes, sostenido con alfileres.

Pero también estoy furiosa porque una de esas 20 reformas que pasaron como tortillas en producción en serie para un festival de tacos en esa noche negra del Senado es una reforma imprescindible. Una reforma a la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (en la que llevamos trabajando más de dos años un grupo de organizaciones de la sociedad civil, incluyendo Yo También) impulsaría algo importante para proteger la vida de las mujeres que más violencia viven, aquellas que tienen discapacidad. Consiste en que los Centros de Justicia para las mujeres sean accesibles para ellas, así de sencillo.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.