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Por Kimberly Armengol

El lunes pasado la mayoría de los medios de comunicación tuvieron un festín mostrando a las “celebridades” en la más cara e importante pasarela del año: el Met Gala.

Evidentemente, la cobertura se enfocó en los modelos y diseñadores que portaban la crema y nata de la industria del entretenimiento en Estados Unidos. ¿El invitado de honor? ¡Un gato! Sí, un felino.

La razón es que este año el Met Gala fue en honor al famoso y polémico diseñador Karl Lagerfeld; ante su ausencia, por fallecimiento, fue invitada Choupette, la mascota considerada “la hija y heredera” del diseñador.

“La hija” del diseñador no pudo acudir y se disculpó en redes sociales, ya que prefería honrar a “su papá” en casa. Pero el absurdo no termina ahí; la rapera Doja Cat se disfrazó de la adorada gata del diseñador. Por su parte, Jared Leto también “desfiló” con una botarga del famoso gato para honrar a Lagerfeld. Ambos fueron ovacionados como si se tratará de una genialidad.

No termina de sorprenderme que en épocas de lo políticamente correcto, la inclusión forzada y los eternos y estériles debates sobre el lenguaje incluyente, se pueda conmemorar a personajes como Karl Lagerfeld.

Dentro del desfile de “estrellas” no podía faltar Kim Kardashian con un atuendo especial para honrar al diseñador. ¿Sabrán Kim Kardashian, Salma Hayek o Jennifer López que Karl jamás las hubiera dejado desfilar por considerarlas gordas? Lagerfeld se distinguió por su aversión a las mujeres con curvas, para modelar la alta costura.

Algunas de sus perlas gordofóbicas incluyen: “nadie quiere ver desfilar mujeres gordas”, “Adele es un poco demasiado gorda”, “todos esos que critican a las modelos por aparecer huesudas o anoréxicas son las típicas madres gordas que se sientan en el sofá todo el día comiendo patatas fritas”,

Nicole Kidman y Margot Robbie (divinas, enfundadas en tremendos vestidos) quienes protagonizaron el filme de Bombshell tras el estallido del #MeToo ¿tendrán conocimiento de lo que pensaba Lagerfeld del movimiento? Sus palabras fueron: “estoy harto del Me Too. ¡Si no quieres que te saquen los pantalones, no te conviertas en modelo! Únete a un convento, siempre habrá un lugar para ti en el convento”.

¿Cuántos miembros de la comunidad LGBT fueron a rendirle tributo a un diseñador que consideraba que no deberían casarse ni tener hijos?

Y es aquí donde subyace el tema que importa ¿se debe juzgar la genialidad de una obra por la ideología de su autor? ¿Se puede honrar a un talentoso diseñador quien fuera abiertamente misógino, homofóbico, gordofóbico, racista y clasista? ¿Se le puede justificar bajo la etiqueta de excentricidad? ¿Dónde están todos esos macarras de la moral? ¿Y los defensores del lenguaje incluyente? Por hoy no importan porque el show debe continuar.

Antiguo debate.

El debate de juzgar la obra del artista por las bajezas de su autor no es nuevo. Pablo Picasso es un claro ejemplo de ello. Múltiples voces señalan a Picasso como un misógino que destruyó a todas las mujeres con las que se relacionó.

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@KimArmengol

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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