Si es cuestión de confesar…

¿Qué tanto estamos solamente gerenciando desde la comodidad de nuestro teléfono y qué tanto cultivando y procurando a nuestras amistades, realmente?

Si es cuestión de confesar…
L´Amargeitor

Últimamente las mujeres andamos muy ocupadas.

Nos hemos dejado arrastrar por una avalancha sin fin de listas de cosas por hacer y afortunadamente, en muchos casos, hemos entendido la relevancia de tener un proyecto de vida personal. Más los hijos, los maridos, las familias…

A mi todo eso me parece muy bien. De hecho, lo he promovido y lo seguiré haciendo sin cesar porque yo también soy una de esas mujeres. Mi mamá es una de esas mujeres. Mi hermana. Todas mis amigas son, esas mujeres.

Nos apoyamos, nos echamos porras, nos ponemos likes y ya en el colmo del apoyo incondicional, hasta compartimos lo que las otras venden, producen, escriben o hacen, para que puedan llegar a más gente o para sentir que les ayudamos en algo y que ahí estamos. Nos mandamos flores, pasteles y bebidas para “apapacharnos” y “estar presentes” (que evidentemente siempre se reciben y se sienten delicioso… ¡Nadie le va a decir nunca no a nada de eso!).

Sí… Pero… ¿Qué tanto estamos solamente gerenciando desde la comodidad de nuestro teléfono y qué tanto cultivando y procurando a nuestras amistades, realmente?

La pregunta, antes que a nadie, me la he estado haciendo a mi misma que soy la primera de la lista haciendo todo lo que dice ahí arriba. Estoy siempre en chinga pero todo el tiempo (según yo),  al pendiente de mis queridos y ellos a su vez de mí… Sin embargo, como dice Shakira : “si es cuestión de confesar…” (y de vulnerarme totalmente) me doy cuenta de que  últimamente, me siento pro-fun-da-men-te- sola.

Ahí está. Lo dije.

En un clavado olímpico a la especulación, casi puedo garantizar que lejos de ser la única, estamos casi todas -seguramente todas- igual. Llenas de cosas pero con un hueco en el alma permanente que, o ignoramos saturándonos de actividades y haciendo como que no vemos, o que tal vez no hemos ni siquiera, identificado. Angustias, preocupaciones, hartazgo, tristezas,  un cansancio y una sensación de bajoneo perpetuo, o como se dice hoy en día elegantemente: en el burn out y el desgaste absoluto de la chinga cotidiana que es vivir en el caos de este mundo.

Es un hecho que estos dos añitos de la pinche pandemia (más su versión reloaded del último mes que nos ha hecho volver a cerrar filas y tenernos que aislar ya sea por precaución o por estar infectados) no ha ayudado nada. También es un hecho que en mi caso particular, la pérdida de mi papá ha puesto una buena estocada y ando, por decir lo menos, bastante a media asta.

Y sin duda es un hecho que, efectivamente, tenemos demasiadas cosas sucediendo en nuestras vidas, todos los días, simultáneamente.

¿Pero saben sobre todo qué creo?

Creo que hemos cometido el gravísimo error de no poner nuestro tiempo con las amigas como una prioridad. Y más allá de eso, como una necesidad primaria.

Hemos permitido que pasar tiempo con nuestras amigas pase a ocupar el final de nuestras complicadas agendas al punto de que, simplemente, ya no hay tiempo para ellas… ¿Tiempo libre? ¡¿Qué es eso?!

Eso, entonces, como cualquier cosa que dejas de hacer, deja de hacerse costumbre y como cualquier músculo que no se usa,  se afloja.  Este en particular, se afloja al grado que nos vamos volviendo completamente antisociales buscándonos cualquier excusa posible para no vernos.

“Ahorita le mando un mensajito” -nos decimos pensando que ya con eso palomeamos el pendiente-.Ya en el colmo de la amistad y en un tratamiento muy VIP le hablamos por teléfono a la persona. WOW.

¿Y saben qué?... Que no.

#todomal

Nótese que hay un fenómeno extraño en donde la gente que se reúne, se reúne en banda. Como para palomear y ver a muchos de una vez. Pero lo de sentarse one on one a ponerse al día sin jet set, sin grandes producciones y sin agenda o tiempo limitado, pues no parece estar pasando tanto.

Insisto en el tema de que la pandemia reloaded nos limita -a unos más que otros como bien podemos observar cada semana en las redes de varios- pero si somos completamente honestas, la verdad es que también hemos aprendido a gerenciar la pandemia y podríamos perfectamente organizarnos de vez en cuando para ver a esa amiga, en un espacio abierto, sana distancia y sin tanta faramalla.

El problema es que el músculo ya se atrofió. Hemos perdido la costumbre y nos hemos conformado con ser amigas (y amigos)  a través del celular y nos hemos auto lavado el coco  diciéndonos que en realidad no hace falta estarse viendo y podemos resolver todo desde nuestra pantallita y eso, insisto, me parece perfectamente mal.

Sin ningunear las apps, las redes y en general el internet -que vaya que nos han hecho un paro estos últimos años- creo que se nos está empezando a pasar la mano y que muchas veces, lejos de una ventaja se pueden convertir en un motivo de conflicto, de  distanciamientos y  de malos entendidos. Y es que lo malo de todas esas opciones cibernéticas es que, las intenciones y las modulaciones,  no se pueden escribir…¡no hay manera de leer en un texto el tono con el que se escribe por más que leamos diez veces sus palabras!

Mi amiga me puede poner que “todo está bien y que ahí va”…pero no es hasta que le vemos las ojeras, su postura corporal, o que se le asoman las lágrimas , cuando entenderemos que lejos de bien, la está pasando de la chingada.

Sobre todo, lo que no podemos hacer en una pantallita,  es mirar.

Mirar a la otra persona, mientras nos platica y asomarnos a sus ojos que seguramente nos contarán las cosas, y las verdades, más allá de las palabras.

Podemos mandarnos podcasts enteros vía mensajes de voz, pero en realidad si no  estamos frente a frente, nunca profundizaremos, ni  podremos tener una conversación real.

Tal vez, algunas personas prefieren ese sistema porque  precisamente, les permite mantenerse por encimita y no  hablar de todos sus asuntos pretendiendo no tener nunca nada que contar y todo bajo control -ay ajá- .

Sin duda es una opción muy respetable  aunque me parece una oportunidad perdida para quien así lo decida.

Y es que no hay nada más enriquecedor que las relaciones recíprocas en donde ambas partes comparten y aprenden de la otra. Si me preguntan a mí, una relación unilateral pierde, absolutamente, toda la ondita.

Comprendo lo de no ir por el mundo con incontinencia verbal y explicándole toda tu vida a  la gente que se te atraviesa, pero sí creo que una cosa indispensable para sobrevivir a la vida ¡y vivirla! es precisamente estar cerca y enfrente, de tu gente cercana. Y vulnerarse. Y compartir tus alegrías, pero sobre todo tus penas. Y sentirte validado, y acompañado (o regañado) por alguien más.

Creo que es urgente (por lo menos en mi caso) revisar la lista de prioridades y volver a meter en ella:  ver a mis amigas regularmente de manera obligatoria y como algo indispensable. Un café. Una visita. Una caminata. ¡No hacen falta horas, se pueden buscar ratos!

Hacerme un espacio para hacerle un espacio a alguien más en mi vida y dejar de pretender que estoy cerca de la gente porque tengo un celular en la mano.

No es cierto.

¿Qué es eso de tener que hacer una cita ¡para poder tener una llamada!? WTF!

O la contradicción que implica gastarnos la vida respondiendo los seis mil mensajes de nuestros cuatro mil chats de  whats app, en lugar de darnos el tiempo de sentarnos un momento con esa persona de vez en cuando …guardar el celular…y preguntarle ¿cómo has estado?

Qué pinche falta hace ver a las personas.

Es una tragedia perdernos la oportunidad de la amistad cotidiana, esa que va más allá de las grandes cosas y se enfoca en las pequeñas, que son las que en realidad importan.

Las mujeres necesitamos de otras mujeres. Necesitamos contacto. Físico. Presencial. Regular. Necesitamos compartir la vida. En persona. Con las amigas.

Y es que las amigas, son sin lugar a dudas, la gasolina de la vida. Lo que nos hace soportarla cuando se pone ruda y disfrutarla cuando es pura gozadera. Son ellas a partir de quienes tejemos nuestros ecosistemas de apoyo, de escucha y de porras. Son las compañeras, las consejeras, las cómplices, las risas, las jaladas de orejas y una de las máximas alegrías de la vida.

Las amigas curan. Y, si bien no pueden resolvernos la vida, definitivamente hacen que lo que sea que esté pasando se te olvide un rato y regreses lista para seguir remando.

Nunca sabes lo que realmente está pasando una persona y el efecto que darle un poco de tu tiempo puede tener…puede ser que incluso, le salves la vida.

Así de importante son las amigas ¿te imaginas?

Regalarnos y regalarles el tesoro más valioso: nuestro tiempo.

Tómense el tiempo. Den su tiempo.

Sin esperar fechas importantes o eventos extraordinarios que hagan que verse sea un tema urgente. Siéntense a platicar sin prisas, solo porque sí, de las cosas ordinarias, cotidianas, intrascendentes, para recordarnos y recordarles que no, no estamos solas.

Ni ellas…ni nosotras.

@lamargeitor

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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