Por Laura Bruges
Vivir hoy en México es experimentar una extraña diarquía: dos gobernantes que comparten la autoridad, casi en paralelo, y muchas veces con tensiones internas. Esa dualidad aparece con frecuencia en los pasillos del Congreso, cuando vemos “duendes” operando: cambios de último minuto en dictámenes, modificaciones sorpresivas de párrafos o palabras que aparecen o desaparecen como por arte de magia en leyes que se reforman con frecuencia.
Y hoy me refiero con especial atención a “El duende de Palenque”, un apodo simbólico para cierto expresidente que sigue enviando mensajes a través de sus operadores legislativos, desafiando las iniciativas de la presidenta Sheinbaum.
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