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Por Laura Coronado Contreras

Una maestra argentina se vuelve viral tras explotar en su clase. Menciona -histriónicamente- que después de 20 años de impartir su materia, es la primera vez que todos los trabajos son, literalmente, perfectos. Obviamente, se queja con amargura del uso de Inteligencia Artificial (IA), rematando su discurso con un “¡no me jod**!”. Escenas así, grabadas por los propios alumnos, son cada vez más frecuentes y abren el enorme debate sobre el uso, abuso y la regulación de la IA en las aulas.

 No podría sentirme más identificada: el próximo año, estaré cumpliendo los mismos años frente a un salón. Como buena chavorruca, no planeo hacer un análisis minucioso de mis cambios personales, que son muchos, pero sí de mi vida como docente, aunque sienta que “apenas empecé hace poco”. Como recién egresada ¿hubiera prohibido en esa época los teléfonos inteligentes? Algunos colegas lo hacían y me parecían “de la vieja escuela” por decirlo de manera educada. Pero realmente la pregunta es si hoy podemos darnos el “lujo” de ser ermitaños digitales.

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