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Por Laura Pérez Cisneros

El 26 de agosto fue la fecha que eligieron una mujer que sin ser princesa

de forma oficial, se ha convertido en una: Taylor Swift. Desde que  inició su historia de amor ha sido un cuento de hadas. Recibió de Travis Kelce -estrella de football americano- pulseritas de la amistad y ahí nacieron los primeros visos  de amor. Taylor le entregó de su corazón, algo que millones quisieran tener.

Durante estos dos últimos años hemos visto a la intérprete de “August” en los partidos de americano echándole porras a su novio, ¿cómo olvidar en el pasado SuperBowl donde  Kansas City se enfrentaba a San Francisco, millones , incluidos comentaristas deportivos y canales de noticias estaban a la expectativa de si Taylor lograría llegar a tiempo a Los Ángeles para ver el partido, porque justo horas antes como parte de su gira “Eras Tour” dio un concierto en Japón?.

Y ahí nos tuvo la güerita desde que se subió al avión en Tokio  viendo en tiempo real el recorrido de cruzar los mares para encontrarse con su príncipe, no fue carroza de la Cenicienta fue un avión hecho la madre, ese día de febrero había más expectativa de ver llegar a Taylor al estadio que a las estrellas de la NFL en el campo de juego, o esperar ver el medio tiempo a cargo de Usher.

Caray en estos tiempos que  la infidelidad se come y se usa como un entremés que se documenta en las redes; que si el poliamor, que si las parejas swingers, etc.; ver a ella, una de las cantantes más famosas del mundo enamorada de un jugador de  americano, es el sueño que muchas mujeres quisieran vivir pero sobre todo con el colofón  tan esperado porque en este mundo a veces atropellado de malas noticias ver y escuchar el tan cursi pero que no pasa de moda del: “Y vivieron felices para siempre”  nos reacomoda el alma, nos hace llevar la mano al pecho y decir pa los adentros: Mamacita si la Taylor encontró al muñeco ¿por qué yo no?

  Taylor y Travis mantuvieron unos días sólo para ellos y su primer círculo esa escena rodeados de flores en blanco y rosa, el novio hincado ante su amor, el abrazo, las lágrimas y el atropellado “I do , I do “ que sellaba el amor con un beso donde él y ella se reconocían, sus cuerpos se acomodaban  como piezas de rompecabezas, sus miradas eran pantallas con  cartas de amor infinitas porque hay millones de palabras por decirse en los años venideros.

 La noticia de la próxima boda de Taylor  y Travis  provocó cosas inesperadas y nada comunes: Los príncipes de Gales, William y Kate le dieron “Me gusta”  al anuncio del compromiso en Instagram  y aventaron por un momento  el protocolo para mostrar su alegría, estoy segura que la pequeña  princesita Charlotte que es mega fan de la cantante estadounidense alentó a sus padres a mostrar su felicidad, puso su música y bailó al recordar el concierto al que la llevó su papá hace unos meses;  hasta en  La Casa Blanca, Donald Trump olvidó los ataques contra la princesa del pop, su apoyo  a Kamala, su pleito contra el ahora VP JD Vance,  quien la llamó una “Celebridad multimillonaria, que está fundamentalmente desconectada de los intereses y problemas de los estadounidenses”  todo eso quedó en el pasado porque el presidente de EU les deseó mucha suerte a los novios y dijo que Taylor era espectacular.

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