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Por Lillian Briseño 

Me he convertido en una acérrima crítica de las motos que circulan por la Ciudad de México, y por el país.  Odio cómo se meten por todos lados, rebasan por la derecha, por la izquierda y, si pudieran, hasta por arriba o por debajo de los vehículos. El riesgo de tener un accidente con ellas o por ellas, es ahora inmenso por su cantidad y porque parece que se reproducen como conejos.

A veces, incluso creo que los motociclistas buscan el accidente, el golpe, el contacto para sacar algún beneficio, pues no es normal el grado de irresponsabilidad con el que manejan.

Todos hemos visto como embisten al enemigo con una actitud beligerante, agresiva, audaz. Su enemigo por antonomasia son los coches o camiones, pero también, y éste es un gran pero, los transeúntes que ahora debemos voltear a revisar cualquier resquicio entre los autos antes de avanzar, subir a las banquetas esperando no ser arrollada por alguna que decide avanzar por ellas o pensarlo dos veces antes de cruzar una calle, so pena de quedar prensado entre una moto y un coche, una moto y una pared o lo que puedan prender entre sus garras.

El periférico se ha vuelto una pista de carreras de motos en algunos puntos, y sus conductores hasta se inclinan para rebasar con un estilo circense. Ahí donde no hay autos van a todo lo que pueden dejando que sus escapes truenen como cohetes mostrando así su poder y dominio territorial.  Y si hay tráfico, se meten entre los vehículos, driblan, corren, invaden, sorprenden y, la verdad, no sé cómo no hay más accidentes en las calles, pues podría haber cientos a diario.

En fin, que andar por la calle se ha convertido en toda una experiencia, básicamente por la falta de regulación de las motos que hacen, literalmente, que sea una aventura riesgosa.

Quiero mi moto

Dicho lo anterior, no podemos negar que las motos son un gran medio de transporte y que se han convertido en una solución increíble para quienes pueden adquirirlas. Más allá de las miles que circulan repartiendo hasta lo inimaginable por toda la ciudad, su uso para fines particulares también puede resultar una gran alternativa para las personas.

No es casual que las principales tiendas departamentales hayan incluido como parte de su oferta a las motocicletas, ofreciéndolas a precios que, si no son quizá muy asequibles, sí lo pueden ser cuando se ofrecen a pagos chiquitititos que resultan muy tentadores. Seguramente, estas condiciones las han convertido en uno de los productos más vendidos del mercado.

Revisando las páginas de Elektra, por ejemplo, encontré que hay una gran variedad de motos donde los precios oscilan entre los 16.5 y los 65 mil pesos. Por la más barata se pagarían 225 pesos durante 142 semanas, mientras que por la de 65 mil, se deberán hacer 154 pagos semanales de 860 pesos. Y así todas las tiendas departamentales ofrecen sus productos y condiciones. Obvio, hay motos mucho más caras, pero estas serían, digamos, las de batalla.

Imaginemos ahora a cualquier hombre o mujer que contara con una moto para ir a su trabajo, que puede ser una casa, oficina o industria, y depender de uno mismo para llegar al mismo.  Ya no sería necesario caminar lo que sea indispensable recorrer para tomar el transporte público, esperar a que llegue o hacer la fila para subirse en él, trasbordar porque es difícil que un solo autobús o metro lo lleve a uno directo, y volver a caminar para llegar al consabido trabajo, sufriendo además por el infaltable “no voy a llegar”. Y así de ida y de vuelta, pagando el costo de los servicios de transporte. Si se tiene auto propio, los conflictos con el tráfico y el precio de la gasolina, son también de terror.

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