Document
Por Lillian Briseño

A propósito del apagón que sufrieron España, Portugal y algunos otros países europeos el día de ayer por la pérdida casi total de la energía eléctrica, vale la pena recordar el siguiente editorial que hace referencia a lo que se vivió en la Ciudad de México hace poco más de un siglo, cuando otro apagón dejó sumida en la oscuridad a la capital del país, despertando en la población los más terribles temores sobre lo que la falta de electricidad podría provocar. 

 

¿Qué pasaría —se preguntaba hipotéticamente el periódico El Imparcial— si en una ciudad inmensamente electrificada como México, faltara de pronto, el maravilloso fluido eléctrico, que presidiendo y regulando todas las actividades de la vida contemporánea, no es otra cosa sino el alma de las ciudades modernas? La respuesta es consternadora y pavorosa... digno de la pluma de un Edgar A. Poe.

 

Esta pesadilla se hizo realidad en 1909 cuando un derrumbe en la planta hidroeléctrica de Necaxa provocó que la central dejara de suministrar energía a la Ciudad de México durante varios días.

 

De pronto las lámparas de Edison amenguan su luz hasta una roja incandescente, y después se apagan [...]. Una ansiedad opresora desciende sobre la redacción a obscuras [...] Por el balcón la impotente luz de las estrellas cae como un sarcasmo sobre la ciudad fantasmática, que de pronto retrocede en los siglos y adquiere la pavorosa apariencia de un burgo medieval [...]. La ciudad sin luz va a ser un fermento de pasiones y de odios. La bestia que adorna en todo ser humano va a despertar rugiendo. ¡Ah de la virgen inocente en su camarín virginal! ¡Ah del tesoro mal guardado y del ser débil, a quien odia un traidor! Al par que la luz en la ciudad, se apaga la luz moral en sus conciencias y un doble caos desploma sus torrentes tenebrosos.

 

La pérdida de luz hizo que surgiera en la imaginación de los capitalinos un miedo profundo. Uno que implicaba retroceder en el tiempo a condiciones prácticamente de barbarie, como si la luz eléctrica obrara milagrosamente sobre la moral humana en una correlación de fuerzas donde a mayor electricidad, más decencia; a menor, la perdición. Y, en este escenario, después de la pérdida de la moral, venía la parálisis total:

 

El primer síntoma de la falta de electricidad sería la hemiplejia de la ciudad. La parálisis parcial de la vida metropolitana. De pronto los tranvías quedarían clavados en el suelo [...] Los obreros de las fábricas que no trabajan llenan calles y plazuelas [...] las mujeres acuden a los 200 molinos de nixtamal, que se han inmovilizado en silencio. 

 

Y es que era imposible volver atrás, retomar el ritmo de vida que dominaba la ciudad previo a la llegada de la electricidad. ¿Cómo hacer que los tranvías se moviesen con mulas? ¿Cómo alumbrar las calles con antorchas?¿Cómo volver al trabajo manual? ¿Cómo olvidarse del cinematógrafo? No, no había manera de hacerlo, la capital había cambiado tanto en las últimas décadas que lo que entonces era familiar quedó en el olvido:

 

En el molino se ha intentado suplir las máquinas con molenderas. Pero la experiencia ha probado la completa bancarrota del metate. Los metates sin objeto han desaparecido; los empeñeros los han comprado a vil precio y vendido como material de construcción. Además, las molenderas de la ciudad ya no saben moler.

 

Las molenderas ya no sabían moler, como tampoco existían ya los serenos de la noche; la industria de las velas había caído y resultaba insuficiente para soportar la demanda. Los teatros, los restaurantes y las tiendas ya no contaban con instalaciones de alumbrado artificial no eléctrico. La demanda de productos terminados rebasaba con mucho la capacidad de los artesanos; las imprentas eran incapaces de producir periódicos. Todas las actividades se paralizaron y la vida sin electricidad anunciaba una catástrofe.

 

En la ciudad no hay aguas gaseosas, ni habrá cigarros mañana. Dentro de 24 horas México no fumará. El tráfico en las oficinas está entorpecido porque no funcionan los elevadores. En muchas casas el agua no sube [...] Los dos mil operarios de una poderosa fábrica de tabacos [...] se han amotinado en el centro de la ciudad...

 

Pero lo peor aún estaba por venir pues se acercaba, de manera inexorable, la llegada de la noche y, con ella, la muerte, la corrupción, la prostitución, la miseria, la impunidad, los robos, las violaciones; la bestia humana resurgía:

 SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA…

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.