Por Liliana Romandía*
Vender no es solo un verbo; es un oficio, un instinto, una forma de leer el pulso del entorno. Y también es, hoy más que nunca, una competencia que exige transformarse al ritmo de las tecnologías que nos rebasan antes de que alcancemos a escribirles un manual. Lo sé porque he vendido. He negociado, persuadido, cerrado acuerdos. Lo hice en Hermosillo, mi ciudad natal, y lo confirmé en Mexicali, en Mérida, en distintas regiones donde la voluntad de crecer a veces tiene que enfrentarse con los límites del mercado local.
A lo largo de mi carrera en áreas de marketing, relaciones públicas y ventas para empresas tecnológicas y farmacéuticas, aprendí a identificar patrones: qué motiva a los compradores, cuándo se enciende el interés y cómo adaptar un discurso que no suene como copia barata de un guion mal memorizado. Pero lo que hoy se asoma como tendencia no es solo una manera distinta de decir lo mismo, sino una transformación radical en la forma en que vendemos, medimos y decidimos. La inteligencia artificial ha dejado de ser un accesorio para convertirse en el nuevo interlocutor silencioso detrás de cada proceso de venta exitoso.
Según datos de Gartner, para 2025 más del 75 % de las organizaciones de ventas usarán herramientas de inteligencia artificial para análisis de datos, automatización de tareas y predicción de comportamiento de clientes. Y no es ciencia ficción: ya estamos viendo cómo plataformas integradas al CRM permiten anticipar necesidades del cliente incluso antes de que éste las formule, cómo los asistentes virtuales redactan propuestas comerciales personalizadas y cómo los algoritmos afinan los momentos ideales para contactar a un prospecto. No se trata de vender más por inercia, sino de vender mejor por inteligencia. Literal.
México, a su manera, avanza. Con un mercado de inteligencia artificial que se espera crezca más de 30 % anual en esta década, la oportunidad no está solo en Silicon Valley ni en Shanghái: está también en Guadalajara, en Monterrey, en Tijuana, en las oficinas donde alguien todavía cree que Excel es suficiente. La pregunta no es si debemos usar IA en las ventas; la verdadera cuestión es cómo integrarla sin que se vuelva una prótesis deshumanizada.
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