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Por Lillian Briseño

Triste fue el espectáculo de luces y banderas en este septiembre que ya termina.  Las otrora avenidas que desplegaban una iluminación atractiva y festiva de la capital, como Reforma o Insurgentes, decidieron por alguna razón que desconozco -pero que intuyo se relaciona con la austeridad republicana que se pregona a diestra y siniestra-, reducirla significativamente, apagarla o no mostrarla en este mes en el que, por definición, celebramos a la patria.

Las banderas que solían vestir las fachadas de los edificios también fueron parcas, y ni hablar de aquellas que los ciudadanos acostumbraban colocar en sus puertas, muros, balcones o ventanas. Fueron muy pocas aquellas que pude observar en las calles de la CDMX.

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