Por Lina Holtzman Warszawski
La guerra duele. La guerra mata. Sí, suena como algo obvio, por eso te pido seguir leyendo: físicamente no he estado yo en el campo de batalla, pero nací con esa llama que no se apaga nunca porque la guerra duele y mata no nada más a quien la experimenta; se hereda por generaciones, por siempre.
Soy nieta de sobrevivientes del Holocausto y si algo me define es justamente eso: saber nuestra fragilidad, reconocer que esta misma nos hace fuertes y que con dicha dualidad se canta, se baila, se lee… Porque se aprende a hacer del dolor alegría y de la ausencia (física, emocional, intelectual*), presencia, con una misión, o varias. Así se reconstruye a diario la vida, pero jamás, ¡jamás!, se lucra con ella.
Seguramente has leído y/o escuchado Never forget + Always remember, que acompaña siempre el deseo, la urgencia de que el Holocausto no se olvide, que siempre se recuerde para que no se repita. ¡NUNCA!
Te confieso que hasta la fecha me incomoda ver imágenes en redes sociales que suben visitantes a lo que queda del gueto de Varsovia (de donde logró escapar mi abuelo), de Auschwitz-Birkenau, el campo de exterminio (uno entre tantos en donde asesinaron a cientos de judíos, incluyendo a muchos miembros de mi familia), así como a africanos, homosexuales, personas con capacidades diferentes, miembros de la resistencia, gitanos, etcétera) o algún monumento en Alemania u otro país de Europa Oriental. Muchos lo hacen con respeto; otros, la verdad, por la enfermiza necesidad de un like. Lo que quiero preguntarte es: ¿cómo se hace de un momento tan infrahumano en la historia, un recuerdo para que no se repita? ¿Cómo le decimos al mundo entero que no permita nuevas masacres porque no hay forma de sanarlas?
Parte de mi proceso de adaptación es, sin duda, lo que decidí llamar trabajo: dedicarme a hacer revistas cuya misión es entretener, divertir y, mientras eso sucede, inspirar. Porque como insistí hace rato: estamos aquí no nada más para intentar, sino para lograr ser mejores. Con altas dosis de gozo, de satisfacción. Una cosa no quita la otra.
Lo que sí me roba ahora la paz interior es haber sido testigo de la decisión que tomó el presidente de Ucrania, Volodimyr Zelensky, al haber aceptado posar, y aquí la palabra clave: POSAR, para la revista Vogue.
Yo misma escribí sobre él en la edición primavera 2022 de la revista Black y lo repliqué en otra las revistas que fundé y hasta la fecha dirijo, la femenina Glow!: “Líder de Ucrania, héroe del mundo”, escribí yo misma, por el ejemplo que sentaba al estar al frente de su país, de su ejército, de su gente.
No dejo de preguntarme: ¿qué estaba pensando? Quizás quiere regresar a su chamba anterior: la de actor. Puede ser. No lo sé.
Lo que sí sé es que lo publicado no se trata de un reportaje, ensayo, entrevista exclusiva (incluye todo lo anterior, claro), sino de ¡una muy costosa producción!
Me explico: Annie Leibovitz es una muy reconocida fotógrafa, famosa por haber hecho retratos a la crema y nata del universo hollywoodiano, cultura, social y político de Estados Unidos y del mundo. ¡Un portrait de ella siempre es un lujo! Tanto para quien aparece en la foto como para quienes lo observamos. Décadas de prestigio la respaldan.
Más allá del talento que ha participado en este portafolio fotográfico, hay que tomar en cuenta la logística que se tuvo que llevar a cabo para:
- Transportar a todo el equipo a donde se encuentra el presidente de Ucrania.
- Llevar a Zelensky de una locación a otra para darles diversidad a las imágenes.
Todo lo anterior conlleva mucha inversión económica y humana en términos de seguridad, más allá de los extensos viáticos, por supuesto.
Pero la lista de pendientes (por mencionar solamente de los evidentes) no termina aquí: ¡el ejército! Hablemos de eso. ¿Quién en su sano juicio expone así a alguien cuyo trabajo, voluntario o no, es arriesgar su propia vida? ¿O le montaron el uniforme a un civil para personificar a un soldado?
“Portrait of Bravery. Ukraine’s First Lady Olena Zelenska” es el único cover line que acompaña la foto de portada de la revista, en la que ella aparece sola. No lleva joyas ni relojes (no vaya a ser que se note de mal gusto –ojo, es ironía la mía, ¿eh?–). “La vamos a peinar, pero dejemos imperfecto el look. Asimismo, un maquillaje extremadamente natural”, me imagino claramente esta charla en la junta de preproducción y se me revuelve el estómago. Todo lo anterior no se publica sin el retoque tradicional de la fotógrafa, por supuesto.
¡Valentía hubiera sido dejar el negocio y el afán de viralizar una imagen a un lado y pensar: ¿cómo podemos hacerle para que, con este importante encuentro, logremos verdaderamente mejorar el mundo?
Retocada está mi mente, porque nuevamente pregunto: ¿qué estaba pensando?
Vogue quiere vender revistas y ganar likes, me queda claro. No comparto su postura: nunca lo he hecho y por ello creé mis propias publicaciones independientes. Pero, ¿y Zelensky?
Entiendo que a la publicación le urge vender más ediciones y conseguir más anunciantes… Es un negocio. Soy parte de él desde hace décadas, pero nunca antes había existido semejante crisis. También me queda claro que su percepción de la clase y la elegancia es sumamente distinta a la mía. Porque nada tiene que ver con luces, trapos o lo que sea que incluya una foto, sino con la intención de publicar algo que nos mueva, que nos conmueva… ¡Oh, espera!, creo que me retracto. Porque sí me hicieron reflexionar. El resultado: qué bueno que no soy así. Qué bueno que tengo otros recursos (que económicamente son milimétricos comparados con los de ellos) para, a través de una publicación, dejar algo en el corazón de quien nos lee.
Пане президенте/Señor presidente: “You could have said no”, como bien, hablando de Vogue, le dice el personaje de Emily a Andrea, en The Devil Wears Prada. Siempre, siempre tenemos el poder de decidir.
Por eso quiero saber tu propio punto de vista, no sin antes dejar en claro mi postura como apasionada e inversionista de revistas impresas que publican contenidos de moda, belleza, entretenimiento para aligerar temas profundamente desgarradores… ¡de los que siempre tenemos que hablar, por supuesto y por sobre todas las cosas!, porque es la única manera de evitar que se repitan errores del pasado y hacer del presente un momento de salud, armonía y respeto entre, para y por todos:
¡No poses, mejor pasa! Y así abrimos el camino para que pasen muchos más.
No necesitamos top models, ¡nos urgen role models!
Yo, personalmente, perdí a uno el día de ayer. Pero sigo contando contigo, ¿verdad?
*Porque morir no nada más es dejar salir al alma del cuerpo, sino perder esperanza, capacidades intelectuales, emocionales. Sobrevivir conlleva un poquito de muerte interna.
@linaglow
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