Por Lourdes Encinas
En aquel histórico dictamen de 2010 sobre la Guardería ABC, Arturo Zaldívar, entonces ministro de la Suprema Corte de Justicia (SCJN), lanzó un mensaje que resonó por su exigencia de integridad y coherencia política:
"Es necesario un nuevo paradigma en la cultura política, a efecto de entender en la vida práctica y no sólo en el discurso, que ostentar un alto cargo público es más que un privilegio una responsabilidad que debe honrarse todos los días".
Se perfilaba entonces como un jurista progresista, comprometido con la renovación ética del servicio público, los derechos humanos y el control de constitucionalidad.
Fuimos muchas personas quienes -me incluyo- le creímos.
Pero, como él mismo advirtió, el discurso pierde sentido cuando los actos lo contradicen. Desde su llegada a la presidencia de la SCJN en 2019 empezó a caminar al lado del poder, al punto de renunciar para sumarse abiertamente a la cuarta transformación de Morena.
Muchas de aquellas personas -otra vez me incluyo- dejamos de creerle.
Las revelaciones de Carmen Aristegui y su equipo de investigación sobre #TelevisaLeaks señalan que Zaldívar habría contratado los servicios de un equipo interno de la televisora para promocionarse y atacar a sus rivales cuando buscaba presidir la SCJN.
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