Document

Por Lydia Cacho

Para Lynn Fainchtein

Cada vez que escribo una columna pienso en las preguntas que, para mí, como periodista son fundamentales: ¿informa éticamente? ¿Reflexiono con honestidad? ¿Es útil para quien la lea? ¿Aporta alguna idea que se acerque a soluciones colectivas? 

Desde que llegué al exilio –aunque debería llamarlo desplazamiento forzado por violencia de Estado–, reflexioné sobre los 35 años de mi carrera periodística. Guardé silencio en medios durante largo tiempo enfocándome en mis nuevos libros porque a mí, como a la mayoría de las personas, el dolor propio y ajeno me rebasa continuamente. A lo largo de la carrera me he preparado para manejar con equilibrio emocional la inmensa frustración provocada por las mentiras de los políticos que controlan las riendas de nuestros países, aprendí a enfrentar la crueldad humana, aprendí a mantener mi salud mental en un frágil equilibrio ante la evidencia de la violencia brutal contra la niñez y las mujeres, he visto cosas que nunca he verbalizado, excepto frente a un juez que precisaba entender cómo un adulto graba a una pequeña de la que va a abusar. He asumido riesgos que hicieron, y hacen sufrir a mi familia, esa que me ama a pesar del dolor que les causan mis elecciones profesionales y vitales. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.