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Por Margo Glantz
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Corre la versión de que la palabra hijab, en tiempo del profeta, significaba cortina, un artefacto que protegía a sus esposas de la mirada indiscreta de otros hombres. Leo también que a la muerte de su primera mujer, Mohamed se casó con otras tres, una de las cuáles fue Aisha, su preferida, con la cual se unió a los 53 años cuando la niña tenía sólo 6 años, y consumó su matrimonio al cumplir ella nueve, supuestamente después de tres meses de su primera menstruación, considerada como el momento en que, según la religión, una púber podía contraer matrimonio.   Aisha era hija de Abu Bkr, quien después de la muerte del profeta y a raíz de las disputas surgidas sobre su sucesor se convirtió en el jefe de la secta sunita, secta que se practica en el Irán, con excepción de otras etnias, sobre todo la curda, en la que profesa el chiismo.

Insisto, siguiendo el ejemplo del profeta, a los siete años las niñas ya deben portar el hiyab y a los 9 son aptas para el matrimonio. Entiendo al leerlo por qué en una foto que apareció en las redes sociales el ayatollah Jameini, jefe religioso supremo de Irán, alecciona a un grupo de más de 500 niñitas, totalmente cubiertas por el velo, eso sí, de un blanco impoluto, y profiere estas amenazadoras palabras que reproduzco de memoria: “las mujeres que cometan adulterio serán lapidadas, los hombres, no sufrirán ese castigo”.

¿Qué pasa si una mujer musulmana no porta el hijab?

El castigo por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, pena de prisión, multa o latigazos..

Cuando Mahsa Amini murió en un hospital de Teherán  en circunstancias sospechosas el 16 de septiembre de 2022, luego de sufrir severo maltrato físico, y caer en coma para después morir, una  gran cantidad de mujeres, en varios lugares del mundo decidieron como señal de protesta cortarse públicamente el pelo. La joven de origen curdo y, por tanto de la secta chiita, minoritaria en Irán, había sido arrestada tres días antes por la policía “de la moral”, un grupo policial armado que vigila estrictamente el cumplimiento del código de vestimenta de las mujeres iraníes: el velo o hijab obligatorio, el uso de túnicas que cubren todo el cuerpo, la prohibición de usar pantalones de mezclilla, sobre todo los que se venden con roturas y dejan ver parte de las piernas, además de otras prendas consideradas impúdicas.

El musulmán y la musulmana no deben intentar comprender las normas islámicas con su sentido común, porque la limitada experiencia personal es incapaz de abarcar toda la sabiduría de Dios. Los musulmanes debemos comprender que cualquier cosa que Dios nos haya ordenado es por nuestro propio bien y felicidad, por el bien de la familia y la sociedad como un todo. Es sabido que las mujeres descubiertas son más provocativas para los hombres, y eso puede conducir a que alguien albergue esperanzas de mantener relaciones ilegítimas con ellas. El Islam aboga por una sociedad sana, sin provocaciones, ultrajes ni exhibicionismo, en que los encantos de las mujeres (que incluyen su cabello) no sean usados para tentar a extraños ni para abrir las puertas a conductas obscenas e inmorales: leo que advierte un exégeta del Corán, Sheij Muhamad Salib Al -Munajjid.

Mandamientos y regulaciones muy precisos se consignan en los libros sagrados sobre los usos del cabello.  Uno de los comentaristas del Corán explica que Allah no menciona ninguna prohibición que impida a las mujeres cortárselo; pero añade; su marido debe estar de acuerdo: nunca ese corte puede asemejarse a la forma en que lo usan las prostitutas o las mujeres musulmanas y la regla es llevarlo por lo menos hasta cubrir hasta los hombros, nunca más corto.  Lo único realmente prohibido es raparse, excepto en caso de enfermedad y sobre todo, la prohibición extrema, la depilación de las cejas. En cambio se puede eliminar el pelo que crece en las piernas, en el labio superior o en lugares que alteren la belleza de la mujer, operación viable si lo hacen ellas o sus esposos o familiares. Está prohibido también depilar el pelo en las partes del cuerpo que nunca se deben ver: reglas todas que severamente han de ser respetadas.

Sabemos bien que la revolución de 1979 derrocó al Sha Mohamad Reza Pavlavi, aliado de Inglaterra y Estados Unidos, terminando con la monarquía.  Pahlevi quiso occidentalizar a su país y decretó la prohibición del velo. Hubo muchas protestas y a pesar del mandato, numerosas mujeres mantuvieron cubiertas sus cabezas, ya fuera porque sus madres así lo habían hecho o porque para ellas era un símbolo de identidad, como también lo es en algunos países europeos donde se trata de impedir que las colegialas asistan a la escuela con atributos  religiosos, como sucede en Francia.

El debate sobre el velo - Hijab - de las mujeres musulmanas, afirmaba en 2014 Asma Lamrabet del Instituto Rabita de Marruecos, siempre ha sido central dentro del debate feminista contemporáneo y de ahí expresa el corazón del conflicto entre dos visiones antinómicas: la visión del discurso neo-orientalista y neo- occidental hegemónico y la de un cierto discurso islámico tradicionalista mayoritario. Para unos representa la opresión patriarcal mientras que para los otros es el símbolo último de la identidad islámica. El cuerpo de las mujeres musulmanas parece hoy encarnar el lugar de tensión entre las representaciones de la modernidad y las de la anti - modernidad. (Aquí) intento una doble crítica y una deconstrucción desde una visión decolonial, tanto de la ideología feminista neo- orientalista dominante, como también de aquella visión en «espejo» del discurso islámico tradicionalista refractario a toda visión reformista.

Dicha revolución desembocó en la República islámica de Irán, gobernada por el ayatola Jomeini, durante mucho tiempo en el exilio y recibido con exaltación a su regreso al país. A su muerte lo sucedió Jameini, dictador fanático, extremista y represor que ha aplicado castigo excesivo a las y los rebeldes: incluyendo la horca a los disidentes, prisión para  personalidades importantes: actrices, raperos, cineastas.  Ha recurrido además,  al asesinato de niños y jóvenes y, sobre todo, de una violencia extrema contra las mujeres que se manifiestan y andan por las calles o en el transporte público con la cabellera al aire o simplemente llevan mal colocado el velo:  golpes, vejaciones, latigazos, disparos específicamente para cegar y desfigurar a las muchachas, en general muy bellas, y sobre todo recurrir al derecho irrestricto a la violación: ostentar su cabello en las mujeres remite obviamente a la sexualidad, al vello del pubis y las axilas.

Una niña podrá casarse cuando le nazcan tres pelos en el pubis y tres en la axilas: Talmud.      


Un tuitero llamado Farid Vahid tuiteó hace unos días lo siguiente: “Después de la muerte de numerosos manifestantes, las ejecuciones y los miles de encarcelamientos en la siniestra prisión de Evin y otros sitios donde se practica la tortura en Irán, son ahora las jovencitas las que has sido envenenadas: es  el deseo de venganza de los fanáticos adictos al régimen. Estas atrocidades no pueden permanecer impunes # Irán:#Ahsa Amini.

Y Armin Arefi, también tuitero, anuncia: “Por primera vez las autoridades iraníes han admitido que muchas alumnas de las escuelas de Irán habían sido expresamente envenenadas con el objeto exclusivo de cerrar esos establecimientos, centro de rebelión contra el régimen”.

Termino este apartado que podría ser interminable, con las palabras de Parmida Ebrahinopur, una muchacha muy bella que participó en las manifestaciones; al principio fue tenida por muerta por sus familiares sin que la Policía de la Moral les diera ninguna información sobre su suerte.

“Desde que Mahsa Amini fue asesinada, relata, he protestado y participado sin el hijab en varias manifestaciones, en contra de los dictados de mi familia. Me encerraron en una celda, allí no distinguía entre el día y la noche y tuve el presentimiento de que iba a morir: Una mujer entró a la celda y me desnudó, llegaron luego varios hombres que se frotaban contra mí y proferían palabras injuriosas. La mujer me volvió a vestir. Después me conminaron a denunciar a otras manifestantes. Me golpeaban brutalmente, me amenazaban con matar a mis seres más queridos si no firmaba una declaración de arrepentimiento. Me sodomizaron, sangré abundantemente. Firmé y me dejaron libre”.

Parmida huyó a Turquía donde su visa es de tiempo muy limitado. Varias mujeres han sufrido el mismo trato y algunas se han rehusado a firmar y se ha publicitado el caso de una joven que llegó al hospital con el ano completamente destrozado…  Probablemente no será este el único caso..."

He visto también, a numerosas mujeres basidji, indistinguibles,  cubiertas uniformemente de negro: revolotean por las calles de Teherán exigiendo a otras mujeres cumplir con su deber.

Y en la India. en un pequeño pueblo mayoritariamente musulmán, presencié cómo un numeroso contingente de mujeres con su hijab y su shador, portaban pancartas donde reivindicaban la liberación femenina.

Enfrente, varios hombres las miraban con estupor.

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@Margo_Glantz

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