Por María Alatriste
En esta columna: María Alatriste reflexiona sobre el poder transformador de la literatura en las luchas sociales, particularmente en la búsqueda de la igualdad de género. A partir de la reseña académica de su novela destaca cómo la ficción puede ser una “espada” que rompe el silencio, cuestiona estereotipos y ensaya formas de libertad aún no alcanzadas.
Hay una frase que me cautivó al leer la reseña académica de Los relatos de Marta: “la literatura se convierte en espada en las luchas sociales”. No una espada que hiere, sino la que corta el silencio y abre un espacio para decir lo indecible. Esa idea, propuesta por María Fernanda Martínez Valladares y María de Lourdes Serrato de la Cruz en su texto, crítica de mi libro. Me recordó por qué escribimos, por qué insistimos, por qué seguimos.
Agradezco profundamente a ambas investigadoras por leer con detenimiento aquello que yo escribí desde la piel. Ellas, desde el rigor, observaron la novela con la “lente” del desarrollo sostenible (en particular la igualdad de género) y ubicaron las escenas de niñez, adolescencia y adultez no como episodios sueltos, sino como un mapa de estereotipos, violencias y resistencias que muchas mujeres transitamos aun cuando nacemos en el territorio (siempre ambiguo y poco delimitado) del privilegio.
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