Y nosotros, ¿para cuándo?: la infertilidad no es biológica

La infertilidad y la esterilidad se perciben como fracasos sociales silenciosos, sobre los cuales aún no se habla lo suficiente.

Y nosotros, ¿para cuándo?: la infertilidad no es biológica
María Altschuler

A estas alturas, la escena es ya un clásico: Mariana llega a la cena de Navidad, el cumpleaños de un tío o el baby shower de su amiga Ana. Son encuentros habituales, en los que se reúnen la familia y los amigos, y cada quien se pone al tanto de las noticias: ¿qué ha sido de tu vida?, ¿en qué estás trabajando?, o un inocente: ¿y para cuándo los hijos? En realidad, la pregunta puede surgir en cualquier circunstancia. Ana, que tiene dos hijos y no ha visto a Mariana recientemente, se lo pregunta con la mejor de las intenciones, quizás sólo para abrir la conversación, para tener algo de que hablar. Ana no sabe que Mariana lleva tres años tratando de concebir; ignora que, para Mariana, es un tema complicado y doloroso, no sólo por el proceso por el que ella y su pareja están pasando, sino porque cuando se atreve a contárselo a alguien inmediatamente nota cómo cambia la actitud de su interlocutor. Ana no sabe que Mariana sospecha que es infértil.

Infértil. Esa palabra tan odiosa, tan árida, que enfatiza la falta, subraya la culpa y desata los prejuicios, los mitos y las suposiciones; una palabra que cobra su sentido en la metáfora de la tierra y el rol de la mujer en la sociedad: dar vida. Infértil significa que es incapaz de dar esa vida esperada. No es su culpa, eso lo sabemos, pero, de todos modos, socialmente esa incapacidad se equipara con el fracaso. De igual forma, al hombre incapaz de engendrar se le llama estéril. Nuevamente aparece esa metáfora que señala al hombre que no puede sembrar su semilla. La infertilidad y esterilidad se perciben como fracasos sociales silenciosos, sobre los cuales aún no se habla lo suficiente. O casi nada. Verdaderos tabúes.

Existen muchos mitos alrededor de la fertilidad o, más bien, de la infertilidad. Acá van algunos: cuando una pareja no puede concebir es culpa de la mujer, las mujeres jóvenes y fértiles no necesitan congelar sus óvulos, los hombres pueden tener hijos a la edad que sea, la fertilidad es cosa de familia (“si mi abuela y mi mamá se embarazaron fácilmente, yo también voy a poder” o “en mi familia somos todos muy fértiles”). Hasta hace algunos años se decía que los bebés nacidos a partir de fecundación in vitro eran más propensos a desarrollar ciertos padecimientos; hasta hoy se les conoce con el nombre, que tiene una connotación negativa, de “bebés de probeta”. Además, están quienes opinan que no tener hijos es egoísta o que querer tener hijos cuando no puedes también es egoísta. Y está el asunto del reloj biológico.

La primera bebé de un proceso de fertilización in vitro, Louise Brown, nació en 1978. Hoy, 44 años después, la misma Brown, que de pequeña viajó por medio mundo para demostrar que era normal, se lamenta de que el tema siga siendo un tabú1. A pesar de todos los años que han pasado poco o nada ha cambiado. El juicio social hace aún más complejo el proceso personal, porque arroja sobre los hombros de quienes no pueden concebir el peso del fracaso social y biológico, como si el cuerpo estuviera descompuesto. Las mujeres no se sienten cómodas contando en las comidas familiares o con amistades que han decidido congelar sus óvulos, a pesar de que son fértiles (quizás en ese momento no quieren ser madres, pero no descartan la posibilidad de serlo unos años después). En la sobremesa, una mujer no expresa que la razón por la cual no puede embarazarse es porque sufre endometriosis, un hombre no dirá que es estéril porque enseguida será considerado como menos hombre y en una reunión donde hay varias madres o padres una pareja que ha decidido no tener hijos prefiere no hablar de ello porque siente que más de uno los juzgará y tratará de hacerlos cambiar de opinión. Entonces, callar parece la única salida, aunque las miradas, inconscientemente o no, los acosen.

Si se revisan las estadísticas, lo más probable es que todos conozcamos a alguien que encaja con estos casos, pero no lo sabemos porque no lo hablan abiertamente. Y es que una de cada seis parejas mexicanas en edad reproductiva tiene dificultad para concebir. El 54%2 de las personas afectadas quisieran poder hablar abiertamente sobre experiencias íntimas, como el aborto espontáneo, la endometriosis o la menopausia, pero no lo hacen; el 42% de las personas que pasaron por un tratamiento de fertilidad trataron de mantenerlo en secreto, el 37% de las mujeres que han sufrido un aborto gestacional admitieron que no podían llorar abiertamente sin temor a ser juzgadas.

Le he dado muchas vueltas a estos aspectos y me doy cuenta de que la infertilidad no es un tema biológico: es un tema social. ¿Quién es realmente infértil? ¿Una pareja que lleva un año en un tratamiento o quienes les preguntan que “para cuándo los hijos”? ¿Un hombre que padeció una enfermedad de transmisión sexual (ETS) en su juventud o sus amigos que lo hacen sentir menos hombre? ¿Una mujer que quiere ser madre soltera o una sociedad que la condena por ser egoísta? ¿La joven que antepone su desarrollo profesional o la familia que la critica por no seguir la tradición?

La infertilidad reside, más bien, en nuestra negación como sociedad para generar un diálogo abierto que elimine la incomodidad y los tabúes, que dé pie a debates e ideas que aporten sustancia a esa tierra, hasta ahora casi seca, pero donde aún puede germinar un brote de empatía. La manera de acabar con la infertilidad social que padecemos es más sencilla, pero también, más complicada: tenemos que hablar de ella.

María Altschuler es una emprendedora mexicana apasionada por la fertilidad.

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  1. https://elpais.com/elpais/2020/03/06/mamas_papas/1583486018_035212.html

  2. Datos extraídos del estudio realizado por Libresse en 8 países, incluyendo México, en el cual se encuestó a 8,121 personas. https://reports.essity.com/2020-21/hygiene-and-health-report/en/more-inclusive-societies/menstruation-and-personal-hygiene-should-not-be-a-barrier-to-well-being.html


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