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Por Mariana Conde

Recuerdo la famosa frase de mi madre de “date a desear”. Esta envuelve tanto significado sobre el rol esperado de una buena mujer en México que no sé por dónde empezar.

Hacerte la desinteresada cuando te echan los perros; o, no dar el primer paso ni que te mueras por aquél chico tímido que no se atreve. Ser fría, no sentir, no mostrar interés, no mover una pestaña. Y la paralizante convicción de que las mujeres que valen la pena no demuestran sus sentimientos.

Mucho se habla del paradigma castrante de que los hombres no lloran, ¿y qué hay de este, que “las mujeres no sienten”? Así, adiestradas desde la adolescencia a negar nuestras emociones, aprendimos que nosotras no tenemos derecho a elegir sino que debemos esperar a que nos elijan; a que somos dignas de admiración si parecemos unos seres inalcanzables que no enseñan su cuerpo ni sus emociones.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.