Por Mari Nieves Lanzagorta*
México enfrenta una oportunidad histórica: transformar una parte del ahorro de millones de trabajadores en el motor que impulse el desarrollo del país. Tras meses de llamados para invertir en infraestructura que permita aprovechar el fenómeno del nearshoring y alcanzar el crecimiento económico sostenido, es evidente que necesitamos recursos para proyectos estratégicos: energía, carreteras y centros logísticos.
Las inversiones en infraestructura requieren enormes cantidades de capital y ofrecen retornos a largo plazo. Un proyecto en particular puede demandar miles de millones de pesos y tardar años en generar ingresos que superen la inversión inicial. Sin embargo, estas inversiones son esenciales para detonar otras actividades productivas y, en el tiempo, resultan altamente rentables. Tradicionalmente, este tipo de proyectos ha sido financiado por el Estado, pero las limitaciones presupuestales actuales hacen imposible que el gobierno asuma por sí solo esta carga. Por ello, se han explorado concesiones y asociaciones público-privadas como alternativas.
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