Por Marilú Acosta
Ya se desgastó: no puede haber gobierno rico con pueblo pobre; para renovarla propongo: no puede haber gobierno vivo con pueblo muerto. Esta frase trillada trae truco: para el cerebro, el NO carece de valor. El cerebro procesa imágenes y este adverbio de negación no posee una. Cualquier expresión, indicación, regla, frase publicitaria como la aquí mencionada, que comience con un NO, el cerebro lo ignora y de manera inconsciente cambia a afirmación: puede haber gobierno rico con pueblo pobre, por lo tanto, puede haber gobierno vivo con pueblo muerto.
El veraneo 2025 está a tope. Las actividades estivales siempre han dependido de la clase social. Hace un par de milenios, el verano para la nobleza romana era conocer otras partes del mundo, mudarse a sus villas de temperaturas templadas o iniciar una guerra, porque es más fácil alimentar un ejército en verano que en invierno. Para la clase social trabajadora, las vacaciones escolares se establecieron en verano para liberar manos que cosechen la comida que madura en el calor. El ocio, atesorado por quienes se dedicaban a filosofar y entender al mundo, no era para el verano, sino para todo el año. Los tiempos cambian, para los representantes y defensores del pueblo, este verano, sirve para descansar de jornadas laborales sobrehumanas; gastando, con justa medianía, su salario ganado con gotas de un sudor que no es el suyo.
En época de los Romanos, no había confusión entre las clases sociales y sus estipendios, así como las actividades estacionales que les correspondían. Ahora no hay pies ni cabeza, por un lado, quienes por su melanina epidérmica y sus extenuantes jornadas laborales corresponderían a una clase social que no debería vacacionar, lo hacen como si pertenecieran a una nobleza que les asegura el ocio. Cualquier cartera rebosa de dinero, porque se ha esfumado la protección de las arcas de la nación. Qué tiempos aquellos donde había la claridad para vincular pantones oscuros con jornadas agotadoras, a quienes las vacaciones les significaban abanicar el calor veraniego. Cuánta añoranza de esas épocas en las que, desde el nacimiento, se sabía que entre más clara la piel y más lacio y castaño claro el cabello, más encumbrada la clase social y más lejanas geográficamente las vacaciones.
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