Por Marilú Acosta 

De los creadores de Techo de Cristal y Acantilado de Cristal, ahora llega: Chichis p’a la Banda, la forma ninja de misoginia. ¿Se acuerdan que Techo de Cristal trata de obstáculos imperceptibles y artificiales a los que se enfrentan las mujeres para acceder a puestos ejecutivos del más alto nivel? Mientras que en Acantilado de Cristal vemos a mujeres en puestos directivos, frente a empresas inestables y en crisis, asignadas con el único propósito de limpiar el cagadero que dejaron los hombres e impedir que los nombres de los caballeros se vean vinculados con la debacle. En modo héroes, los onvres recuperan el mando para no soltarlo más y asestan: “¿Ven? Les dimos la oportunidad y les reventó en la cara. Lo de ustedes no es dirigir, sino gerenciar”.

El nuevo blockbuster de la temporada es Chichis p’a la banda. En el centro de la historia está la cuchillada trapera de quien en su discurso ensalza a la mujer, dice respetar la fuerza femenina y ser garante de su dignidad, pero con sus acciones hace todo lo contrario. La misoginia es ninja porque no se ve a simple vista. Endulza el oído de quienes están sedientas de una palabra amable, sin darse cuenta que lo que le interesa a esa voz masculina es cubrir sus fechorías, embarrando a la feminidad en el varonil muladar. Entonces, como buen patriarca, toma a la mujer y grita en la plaza pública: ¡Chichis p’a la banda! y la banda ruge, se emociona, porque ver chichis en un país tan oficialmente conservador como México provoca descargas eléctricas de esperanza.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.