El debate del baño

Poder debatir (e insultarse) sobre si un pene y sus testículos pueden o no compartir el baño con vaginas nos debería provocar una enorme gratitud.

El debate del baño
Por Marilú Acosta

Poder debatir (e insultarse) sobre si un pene y sus testículos pueden o no compartir el baño con vaginas nos debería provocar una enorme gratitud. El sexto objetivo de desarrollo sustentable (ODS) para el 2030 es asegurarle a todos el acceso a agua limpia y saneamiento, para el cual -me parece- vamos con bastante retraso. Con cifras de 2022, el 43.75% de los humanos (3,500 millones de personas) no tienen servicios adecuados para el tratamiento y eliminación de excrementos humanos y aguas residuales. Lo que provoca un problema de acceso a agua potable limpia para el 22.5% de la población mundial (2,200 millones de personas). El 18.5% (1,500 millones de personas) carecen de un baño sobre el cual debatir. Aunque muchos se lavaron las manos del reciente tema sobre a qué código genético le corresponden qué baños, el 25% de las personas en el mundo no tienen un lugar adecuado dónde lavarse las manos, de los cuales 8.17% no cuentan con absolutamente nada para hacerlo. Sí, en un país tan complejo como lo es México, en una ciudad tan caótica como la Ciudad de México, en un espacio tan público como la Cineteca Nacional, dentro de un gobierno tan primero-el-pueblo-bueno-y-qué-horror-el-privilegio  como lo es la cuatroté, tenemos una discusión (agresiva) de privilegiados.

La razón de existir de los baños públicos es para no contaminar el agua potable y evitar epidemias de enfermedades gastrointestinales, necesidad identificada desde hace más de 5 mil años por distintas culturas, en diferentes partes del mundo. Durante milenios, en los baños públicos se hacían amistades, se cerraban negocios o se tenían reuniones políticas. Si se debatía sobre los baños, era para mejorar el sistema de drenajes y disminuir el olor que de ellos salía.