Por Mónica Hernández
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Hay tanta obra de Rosario Castellanos que además de inclasificable, es inacabable. Es eterna y es femenina. Su obra se puede releer y descubrir porque en esas mismas letras hay nuevos matices, sombras, perspectivas y significados. Pero a Rosario Castellanos hay que leerla, sí o sí. No por los innumerables premios ni por los reconocimientos. Hay que leerla porque antecede y explica lo que ha venido después en la cultura y en las letras escritas por mujeres. ¿Por dónde empezar? 

En mi época de secundaria te dejaban leer, así como tarea, El eterno femenino, título que arranca de la mitología griega, pasa por la Beatriz de Dante y se cuela hasta el siglo XX. Tengo la impresión que, si bien han pasado los años, no lo han hecho por la portada de ese pequeño libro, con una rosa roja sobre el fondo blanco. Un guion de obra de teatro, que según la profesora que te tocara, te podía hacer que representaras. ¿Por qué nos dejaban de tarea leer sobre feminismo? Porque es una obra que, en modo de farsa, de sátira, de burla y con mucho humor arranca las máscaras para desbaratar los estereotipos. Porque después de la lectura (o actuación) seguía el debate. A favor y en contra. Las mujeres no son un molde en una línea de producción. No son esclavas de su género. Y Rosario Castellanos lo dijo antes: las mujeres no son un mito, son una realidad. 

Incomprendida por adelantada a su tiempo, Rosario o Chayo, en los cabeceros de su amplia narrativa epistolar, figuró en los primeros congresos feministas y mantuvo en alto aquello que Simone de Beauvoir llamó el Segundo Sexo y Virginia Woolf Una Habitación Propia. A mí me gustan particularmente sus cartas, para mí sus trabajos más frescos, por la espontaneidad con que fueron escritos. Se puede leer la correspondencia que mantuvo con Ricardo Guerra (padre de su hijo Gabriel) y con Raúl Ortiz, compiladas en un libro publicado apenas el año 2022. Hay muchas otras, sueltas y de muy variados temas, como las que mandó y recibió de Kathleen O’Quinn, Pedro Ojeda Paullada y Bob Schwalkwijk, entre otros. En todas salpica su humor y su preocupación por la condición de muchos temas. En esta fase epistolar descubres la gran actividad mental que la debía tener despierta muchas horas al día. 

¿Quieres un estudio mucho más profundo sobre el papel de la mujer en la sociedad? Infaltable su tesis de maestría Sobre Cultura Femenina, clasificada como ensayo. Hoy que están de moda las cat-ladies gracias a Trump (mujeres maduras, sin hijos, con gatos, como Kamala Harris), nos parece natural que una mujer decida sobre su vida, su carrera y su cuerpo, cuando antes solo debían someterse al padre, al hermano, al hogar, a los hijos, a la castidad, a la cocina, la ropa y el trapeador. Pero hace 74 años (la tesis es de 1950) era un reclamo no satisfecho y lo evidencia en un área específica, que es la de la cultura, porque también es un asunto de género. Castellanos defendió que debía haber otras opciones, sin menospreciar ninguna. Lo que más sorprende de este trabajo es que no existía Wikipedia, Google, Safari ni MetaAI. La autora no pudo consultar ni los trabajos de Virginia Woolf (no estaban ni traducidos ni disponibles) ni el de Simone de Beauvoir, porque lo estaba escribiendo por las mismas fechas. ¿Cómo hizo Rosario para hacer evidente que la cultura también es una cuestión de género? Con ironía, con sarcasmo, con farsa, pero al mismo tiempo, con agudeza y mucha inteligencia. Hay otra lista de ensayos, pero el más notable es Mujer que sabe latín, que también suele aparecer en las listas de lecturas obligatorias de cualquier programa de letras. Solo con estas referencias, uno piensa que por algo será. 

Si no tienes intención de bucear en las raíces del feminismo en México (y en el mundo, porque ni el arte ni la conmoción social son exclusivas de un país ni de una época), puedes leer novelas, donde destaca Balún Canán, donde también se manifiesta su exposición al racismo y al clasismo predominante en México (basado en algo tan aleatorio como el color de piel). Oficio de Tinieblas profundiza en el mismo asunto: el choque con la cultura occidental, el cristianismo que prevalece tejido con las raíces indígenas. Rito de Iniciación es una novela que escribió en 1965, para después anunciar que había quemado todos los ejemplares que tenía distribuidos, listos para publicar. Por fortuna, apareció el manuscrito original y se publicó en 1996. En el libro explora, a la manera de la corriente de los 60s el Nouveau Roman (ya de por sí escandaloso en su momento), la otredad, la consciencia y tantos elementos que hoy harían de esta una novela contemporánea. Rosario Castellanos siempre adelantada a su época. 

Rosario dejó muchos libros de poesía, tal vez el breve espacio donde encontraba un poco de paz para las situaciones cotidianas que la deprimían (sí, sufrió depresión). Nadie ha podido nunca negar que el sufrimiento produce heridas y que éstas se cicatrizan de maneras hermosas en manifestaciones artísticas. Destaca Encargo, que escribió pensando en la muerte, como presentimiento (“Cuando yo muera dadme la muerte que me falta y no me recordéis…”). Se puede conseguir más de una decena de compilaciones de obra poética, para todos los climas, estados anímicos y celebraciones. 

¿Te gustan los relatos breves? Puedes conseguir recopilaciones de cuentos: Álbum de familia, Ciudad Real y Los convidados de agosto. Mi cuento favorito es uno que tituló Lección de Cocina, uno que pasaría por cuento si lo fuera la realidad de muchas mujeres en México y en el mundo hoy, en 2024, en que hace referencia, como de pasada, de un dicho alemán, donde ubica el lugar de las mujeres en la sociedad: Küche, Kinder, Kirche, o lo que es lo mismo la cocina, los niños y la iglesia. En él, la autora reflexiona sobre el hecho que la literatura había excluido a las hembras, mientras medita sobre el aceite caliente y el estragón que pide la receta. 

Las letras de Rosario Castellanos no tienen finales felices, pero sí mucha reflexión. Llegó a tocar temas como la infidelidad, el desamor, la homosexualidad, el sometimiento de las mujeres en la sociedad (alienación que aún persiste), el indigenismo (Rosario era mujer chiapaneca y padeció, incluso dentro de su familia, lo que hoy llamaríamos bullying por ser mujer, por querer estudiar, por su estatura y color de piel), la barbarie de los ritos religiosos y muchos temas que se consideraron “sexistas” en su día… incluso en algunas líneas deja entrever que el feminismo podía llegar a convertirse en arma política (visionaria, desde luego). 

Hoy conmemoramos el 50 aniversario de una muerte repentina y prematura que nos privó de muchas letras, de clarividencia, de positivismo y desde luego, de una incansable lucha por visibilizar el asunto del género que aún hoy, cincuenta años después, nos ocupa y nos preocupa. Brindo por Rosario Castellanos, una mexicana ejemplar, como sé que le placería: leyendo y releyendo su obra.

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@monhermos

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