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Por Mónica Hernández

Cuando alguien “sale con domingo 7” suelen ser malas noticias. Pero ¿qué le vamos a hacer, si la semana empezó en lunes 1º? Hoy es domingo 7 y queremos, deseamos, buenas noticias en un día que ya desde que uno revisa el calendario anual, incita a la sospecha. Por cierto, un domingo 7 también se asocia a un embarazo no deseado… pero esa es harina de otro costal.

Mi semana empezó con un informe que no fue tal. No me informaron de nada, menos de la marcha del país. Sonreí porque hasta en Dinamarca nos envidian porque estamos requetebién y vamos para más. Lo extraño es que no se siente en la calle, entre la gente, en el bolsillo. En el sueño. Porque millones de mexicanos dormimos intranquilos por la inseguridad. Porque millones de mujeres caminamos inseguras por las calles. No hay ley: ni para que las motos nos choquen de frente en sentido contrario, ni para que no desalojen a gente de sus terrenos porque alguien importante (léase miembro del partido gobernante) les echó el ojo; no hay jueces que sepan juzgar, no hay medicinas, no hay tiempos de espera para cirugías. Por no haber, no hay registros de REPUVE porque llevan dos cambios de personal en un año y los que llegaron… pues no saben ni el trabajo que han de hacer.

Pero sí que hay agujeros en calles, techos y tuberías. Sí hay inundaciones, tráfico del infierno por el regreso a clases y también filas y pilas de gente malhumorada y agresiva. Si estuviéramos bien se notaría, digo yo. Sí hay incertidumbre, incredulidad. Sí hay harto hartazgo, harto fastidio, harta desilusión porque estamos convencidos que tenemos el gobierno que nos merecemos. Si al final, los mexicanos somos poquiteros y nos conformamos con poquito, con las sobras. No tenemos autoestima. Y hacemos memes de nuestra (mala) suerte y de lo peor que sería estar si tuviéramos un aeropuerto con 200 puertas y un tren que no descarrilara. Y de lo fatal que lo pasaríamos si tuviéramos jueces que supieran de leyes y embajadores que hubieran estudiado algo de derecho internacional y de diplomacia.

Y así un larguísimo y aburrido etcétera.

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