Por Mónica Hernández
Me levanto temprano, a la misma hora, pero cada vez más temprano. La razón es que no me estoy haciendo más joven y me cuesta el doble de trabajo levantarme a las 5:30 de la mañana que hace unos años. Para despertarme, pongo canales de noticias, consciente de que todos tienen un sesgo hacia algún lado. Ahora escucho la BBC y transmiten en directo la ceremonia de la entrega del Premio Nobel de la Paz 2025.
¿Por qué votaron los venezolanos en 1998 en aquella Asamblea? ¿Qué prometió Hugo Chávez? Cambio. Recogió el hartazgo de la gente de a pie, de los pueblos, de las ciudades y de todos y cada uno de los venezolanos, y lo utilizó (a su favor); lo transformó en promesas que resultaron huecas y también se apoyó en otras economías, en otras ideologías. La crisis ocasionada por la corrupción de los gobiernos liberales, de las dictaduras mágicas latinoamericanas del siglo XX no fueron ajenas, sino muy responsables de este hartazgo, aunque, si somos honestos, los latinoamericanos cargamos este hartazgo por generaciones. Amamos el drama y nos regodeamos en la tragedia. Pero estoy segura de que ningún venezolano se imaginó que, a las puertas de 2026, tendrían ejércitos de norteamericanos listos para entrar a su país, y eso que nadie está contando los drones, porque hoy las guerras ya no se libran con soldados, sino con tecnología.
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