Juana, nuestra Juana

La obra de Sor Juana es tan extensa, compleja, variada y profunda que ha dado para que varios autores vivan (literalmente) su vida estudiando su obra, cuando la mujer no llegó a cumplir ni tan siquiera 50 años… Muy pocos años para tanta vida.

Juana, nuestra Juana
Mónica Hernández

Por Mónica Hernández
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Mañana 12 de noviembre celebramos el aniversario del natalicio de una de las más grandes mujeres que ha dado México (que ha dado muchas). ¿Quién no ha escuchado hablar de sor Juana Inés de la Cruz? No solo en México, sino en el mundo entero. La “décima musa”, el “décimo poeta”, el “fénix de México”… ¿Por qué genera tanta admiración casi cuatrocientos años después? 

Les cuento que ya desde antes provocaba espasmos, inquietudes, calenturas. Uno de sus mayores estudiosos y admiradores fue el ahora llamado padre de la patria, Miguel Hidalgo y Costilla. Estudió todos los documentos que pudo encontrar de ella (siguen sin aparecer muchas de las obras que ella escribió, algunas catalogadas; otras ni eso) y se llegó a obsesionar al grado que creía de verdad que Sor Juana se había reencarnado en él. No sólo poemas, loas, villancicos, obras de teatro, epistolarios… sino que también su obra científica. Estaba no sólo interesada, sino que ejercía su curiosidad intelectual en otras áreas, consideradas nada femeninas, como la astronomía, la astrología, las matemáticas y la física. Ni qué hablar de ser versada en filosofía y además, una gran teóloga, algo que le ocasionó graves problemas con el arzobispo Manuel de Santa Cruz. Se cuentan tantas cosas de ella, en vida y después de muerta, que se podría armar un anecdotario de asuntos atribuidos a ella. Se dice incluso que aprendió latín en solo veinte sesiones, además de que aprendió a leer sola  a la edad de tres años y a escondidas. Se dice que aprendió náhuatl con los trabajadores de la hacienda de su abuelo, con quien vivía y a quien le “robaba” los libros de la biblioteca para leerlos (este abuelo debió ser un sueño, porque ahí se escondían hasta los griegos clásicos y hasta libros prohibidos de astronomía, de esos que buscaba y castigaba la Inquisición). Esto no sería un problema en sí, si acaso se conociera su verdadero año de nacimiento. No había más que testigos y cronistas póstumos en el siglo XVII. Pero ella misma, en un acto de vergüenza, intentó ocultar ciertos datos, como su verdadero nombre (se dice que era Inés y no Juana) y que llegó a declararse hija legítima, cuando en realidad fue considerada “hija de Dios”, o lo que es lo mismo, bastarda. Su madre dejó por escrito que nunca se casó con los padres de sus hijas… Y eso echó por tierra la idea de un nacimiento legal. El lugar y las circunstancias de nacimiento determinaban la vida de una persona. Tal vez por eso eligió el convento, pero eso no lo sabremos tampoco. 

En el siglo pasado (sí, el siglo XX es el siglo anterior) fue Octavio Paz quien dedicó gran parte de su vida a estudiar a Sor Juana. No solo su obra, sino a su día a día y su tiempo, porque la época virreinal, moderna y “renacentista”, esa época donde el tiempo de contemplación y el estudio eran también una manera de llegar a Dios. Las trampas de la fe, o el estudio de la vida de la monja y su mundo es una de las obras cumbre de Paz, aunque el ensayo histórico y sociológico es de lectura intensa y hasta ríspida y no refleja la fascinación que las letras de la monja le provocaban al premio Nobel mexicano. Y es que la obra es tan extensa, compleja, variada y profunda que ha dado para que varios autores vivan (literalmente) su vida estudiando su obra, cuando la mujer no llegó a cumplir ni tan siquiera 50 años (las apuestas están en 44 o 47 años al momento de su muerte). Muy pocos años para tanta vida.

Sor Juana Inés… ¿Por qué deberíamos leerla? Porque haciendo un lado la pereza que nos da la forma (no el fondo) de sus escritos (si, leer estilo barroco, lleno de retruécanos, verbos sustantivados, versificación, el hipérbaton, la mitología, los estilos petrarquiano, tomasino y el propio sor juanesco…) demandan una atención y un compromiso de parte del lector que poca gente es (somos) capaz (capaces) de asumir. Pero yo creo que debería ser de lectura obligada. Hay libros que se acercan a las letras de Sor Juana para niños, para adolescentes, para adultos. Hay reseñas, hay ensayos y otros muchos autores que se acercan a los textos de la poeta desde diferentes ángulos. Octavio Paz es quizá el más profundo, el más intenso. Pero también están Margo Glantz, Sara Poot… y una lista tan larga que se puede buscar por orden alfabético (yo menciono a estas dos mexicanas maravillosas, porque son mis favoritas). También existen obras menos densas, más amigables, como las novelas históricas, que nos muestran, en medio de la ficción, la vida cotidiana, las curiosidades y los aspectos más desconocidos y jugosos de la vida de alguien a quien mitificamos y ponemos en un pedestal, aunque muchas veces lo hagamos por imitación, para no hacer creer a los demás que no sabemos nada de ella. Mis novelas favoritas son las de Mónica Lavín y Héctor Zagal. Mi tocaya querida incluso se lanzó con el texto para una ópera llamada “La Sed de los Cometas” que trata sobre la sed y el deseo del conocimiento que tenía la mujer escondida tras el hábito de monja, tras los muros del convento de San Jerónimo. Una mujer que entre las opciones disponibles para las mujeres en su tiempo (el matrimonio o el convento), eligió, por las razones que hayan sido y que nos fascinan hasta la fecha, el claustro y la vida regida por el tañer de las campanas y el horario de los rezos. 

¿Qué hay en los textos de Sor Juana? De todo. Literal. Hoy se le considera la primera feminista, porque en su mundo jerárquico, vertical, autoritario y profundamente misógino demostró que una mujer podía pensar, razonar y aprender lo mismo que un hombre. Que su cerebro no era más pequeño ni más frágil ni estaba equipado de manera diferente al de cualquier hombre culto. Una mujer que cuando tenia seis años ganó un concurso (religioso, no había de otros) por una loa al Santísimo Sacramento. Una mujer que vivió (porque cobraba) por sus versos, muchos de los cuales los escribía por encargo, con anticipo de por medio. Sabía de medicina tradicional (ungüentos, remedios y todas esas cosas que se catalogaban como brujería). También cocinaba (si bien una tarea considerada mujeril, rozaba la brujería en algunos puntos). 

¿Por qué debemos leerla? Sus temas eran el amor, el feminismo (aunque no se llamara así sino hasta tres siglos después), religión. Deseo de aprender. ¿Cómo leer a Sor Juana? Yo recomendaría no emborracharse y empezar con un pequeño soneto, unas líneas apenas. Tal vez un poema. Tal vez Los empeños de una casa, o el divino Narciso. O la carta a Sor Filotea, donde vemos a una mujer guerrera. Lista como el hambre y con ganas de pelea. Mi favorito, y eso que no soy muy clavada pero si muy aficionada, El primero Sueño. Tal vez porque, se dice, es la única obra que escribió por gusto y no por encargo. Es largo (975 versos) y se supone es un homenaje a la obra de don Luis de Góngora y Argote, cuya obra influyó sin duda en la de la monja poeta. 

El que sea. Elijamos uno. Cualquier poema. Lo encontraremos actual, fresco y hasta divertido. Hagamos de lado nuestra resistencia a leer en español antiguo y gocemos con las letras de una de nosotras, aunque luego nos pregunten si no nos cansamos de leernos. Que yo responderé que no. Mi agradecimiento a Sor Juana y a todas las que han seguido su estela luminosa. 

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@monhermos

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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