Por Nelly Segura*

Hace casi 14 años hice ahí mi primer reportaje. Recuerdo los ojos verdes, grandes y firmes de Gina Rivara Reyes, directora general del Refugio Franciscano A.C.. No eran ojos ingenuos; eran ojos que ya habían visto demasiado abandono y, aun así, seguían creyendo que cuidar vidas —aunque fueran de cuatro patas— valía la pena. Volví muchos años después y los reconocí de inmediato. La mirada era la misma. El contexto, no.

El Refugio Franciscano no es solo un espacio físico: es un territorio de cuidado construido durante 48 años. Un lugar donde miles de perros y gatos encontraron refugio tras haber sido desechados por una ciudad que avanza rápido y mira poco hacia abajo. Hoy, ese lugar fue desalojado. Y con ello, se confirma una de las batallas más desiguales de nuestro tiempo: la vida frente al capital.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.