Por Nurit Martínez
Una mujer, científica, educada bajo las demandas de justicia social de los movimientos estudiantiles en casi las últimas cuatro décadas en el país llega hoy a la Presidencia de la República para marcar una nueva ruta en la historia de México y no me quiero perder esto. Sólo que más allá de ese hito distintivo, la doctora en ingeniería ambiental, Claudia Sheinbaum Pardo, sigue sin mostrar una agenda clara sobre la compensación de justicia social hacia las mujeres.
La agenda de igualdad para las mujeres aún está pendiente, y en lo que hasta ahora ha presentado, el slogan de que “conmigo llegamos todas” aún no es efectivo ni claro ni ha descifrado qué significa.
No basta un gabinete paritario, hace falta que la política tenga mirada de mujer si lo vemos en tono romántico. Acciones contundentes para que, por ejemplo, a nivel salarial se iguale el ingreso de ellas frente a los hombres que desempeñan cargos similares en la administración pública.
Acciones claras dentro de una estrategia de apoyo a quienes desarrollan cuidados paliativos, medidas de apoyo a las embarazadas que están en proceso de promoción en todo el servicio público o ingresando a nuevos encargos en la toma de decisiones en hospitales, escuelas, universidades, Pemex, la Comisión Federal de Electricidad, entre otros espacios.
Después de cuatro meses del resultado de la elección presidencial la doctora no ha planteado ninguna acción que la comprometa a desarrollar una política contra la violencia a las mujeres. Una declaración no hace sendero, es cierto, pero una palabra suya bastará para mover las oficinas públicas e iniciar estrategias contundentes que pongan un alto a los feminicidios o que se impulsen sanciones contundentes frente a los feminicidas, los que a diario cometen actos violencia y acoso hacia ellas.
La justicia social para las mujeres en lo cotidiano pasa por una amplia agenda desde la protección en casa, la escuela, el trabajo y los espacios públicos.
Sentirnos seguras en casa requiere generar acciones que permitan que ellas tengan un entorno de derechos. Es impostergable generar una narrativa que ponga en la escena pública la violencia de los hombres y también de esas mujeres que replican actos machistas hacia otras mujeres y los sancione de alguna manera.
El cambio demográfico en México requiere que la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la Presidencia de la República sea más que un momento distintivo en la historia del país. Se requiere la mirada de una mujer a una nueva agenda de derechos sí para las mujeres, pero de forma urgente para las más pobres, para las que viven en un país sin oportunidades.
Por ejemplo, las que viven en esos más de dos mil 159 municipios en los que se asientan casi 35.5 mil localidades y casi un millón de habitantes en los que llevar salud, educación y cuidados implica atender condiciones de inicios de la Revolución.
En esos lugares donde sólo se llega caminando por días sí hace falta atender la violencia hacia ellas, esa en la que los padres y abuelos les siguen negando ir a la escuela más allá del tercero de primaria; donde las adolescentes son madres a los 13 o 14 años y lo hacen con ayuda de la partera porque un médico suele estar a, por lo menos, cinco horas de distancia.
Los diagnósticos los conocen esos hombres que han designado en la Ciudad de México al frente de instituciones como el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), un servicio que más que educación a casi un millón de personas brinda una orientación de salud, alimentación y asesoría educativa, a través de adolescentes que buscan una beca para seguir su bachillerato.
¡A quién se le ocurre! En pleno siglo XXI son jóvenes recién egresados de la secundaria, que sí requieren el apoyo para seguir sus estudios, pero los convirtieron en los más “indicados” para encargarles la atención a esas comunidades. Ellos son los representantes del Estado mexicano.
Se requiere llevar una educación de primera a esos grupos, no una dádiva del Estado en forma de cadenas de apoyo, porque eso no les brinda herramientas de movilidad social y menos aún reconfigura espacios que son altamente violentos para las niñas, las madres y las abuelas de esos lugares.
La próxima presidenta de México conoce esa realidad, la vivió en su juventud cuando visitaba las comunidades purépechas en Michoacán. Habrá que contarle que nada ha cambiado ahí. Las niñas son cambiadas por padres, madres o abuelos por terrenos, animales de consumo o por unos cuántos pesos. O bien, por unos cuantos pesos son vendidas para el casamiento con hombres que van reuniendo recursos para comprar niñas. ¿Quién pone freno a eso?
Desde su adolescencia en sus primeras intervenciones en la esfera pública, la doctora Sheinbaum planteó una de sus mayores convicciones: “la educación no es una mercancía, es un derecho” y con esa bandera protagonizó una de las etapas más significativas de su formación en el activismo estudiantil de la mitad de los años 80, cuando se integró a la dirigencia del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM.
Ella sabe de las bondades, oportunidades o aportaciones de la escuela pública en la vida de una persona, ¿qué medidas emprenderá para acabar con las escuelas fraude que le ofrecen servicio a los más pobres en cocheras, en casas adaptadas para operar como estancias infantiles, preescolares, primarias y secundarias?
Para los más pobres esa es la alternativa ante la falta de espacios en el servicio público. ¿Qué propuesta hay para ellos? Dejamos de hablar de escuelas patito porque el lenguaje incomoda a algunos y no permite describir que existen espacios ilegales, en condiciones de franco deterioro, insalubres o que no cumplen criterios de protección civil mínimos.
Se presume que en esos lugares se han llegado a reinsertar a la vida laboral profesores o trabajadores acusados de abuso sexual o acoso contra los menores de edad a su paso por la escuela pública. Todos esos elementos no son sino una suma de actos de corrupción y ojos ciegos por parte de la autoridad, por lo que no logran cancelarlos.
La agenda es amplia y abundante, seguramente la iremos abordando. Pero hoy que la doctora Claudia Sheinbaum Pardo hace historia en el Congreso de la Unión como la primera presidenta con “a” en México, se requiere que en efecto la política tenga una nueva nomenclatura para ir poniendo la otra mirada, la que requiere el país para convertirlo en uno efectivo de derechos.
No basta entregar dinero en forma de becas o ampliar el espectro de apoyos, se requiere un abordaje distinto para hacer efectivo el precepto que demanda la población, que al fin sea efectiva la justicia social para todas.
En noviembre la doctora Sheinbaum recordaba que cuando la invitaron al CEU y acudió a las primeras manifestaciones pensó: “no me quiero perder esto”. Si ella logra el compromiso de cambiar la narrativa de la política mexicana para incorporar a las mujeres a un camino de desarrollo en igualdad “no me quiero perder esto”.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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