Por Nurit Martínez
Las armas con las que cuenta la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) para mantener sus acciones de “resistencia civil” frente al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para lograr un acuerdo económico, político y social tienen sus antecedentes en 45 años de luchas en la izquierda mexicana pero también en la incorporación de grupos radicales de la guerrilla del siglo pasado y de movimientos urbanos extremistas.
Los dirigentes de la CNTE, en su mayoría, cuentan con la experiencia para hacer frente a las instituciones de seguridad del Estado mexicano y así han dado muestra no sólo en las tácticas para paralizar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en un par de ocasiones en la última semana o provocar un caos a la movilidad en la capital del país, en carreteras y otras ciudades.
La Comisión Nacional Única de Negociación y la militancia magisterial que nació como disidencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y hoy sigue formando parte de esa agrupación bajo la demanda de democratización sindical tiene entre sus dirigentes y agremiados, en las secciones estatales, a cuadros que al menos en los últimos 45 años han participado en movimientos sociales y políticos como el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup), el Movimiento Revolucionario del Magisterio y la Asociación Cívica Guerrerense impulsados por Lucio Cabañas y en la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, del también maestro rural Genaro Vázquez.
Más recientemente, la CNTE se ha alimentado tanto en Oaxaca como en Guerrero con la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), que es el brazo magisterial del Frente Popular Revolucionario (FPR), un grupo radical que impulsa acciones de “desobediencia civil”.
En el caso de Chiapas el vínculo también es con organizaciones de izquierda como el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup) y la Unión de la Juventud Revolucionaria de México que también tiene lazos con el FPR.
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