Por Nurit Martínez Carballo
En esta columna: pareciera que a María y su familia la persiguen las inundaciones y la corriente pluvial les obliga a empezar de cero; lamentablemente esta es la historia de muchas familias mexicanas expuestas a la fuerza de la naturaleza ante la inoperancia de mapas de riesgo que se quedan en los cajones de la burocracia. Escribe Nurit Martínez Carballo.
Hace una semana iniciaron las lluvias que dejaron a miles de damnificados y cobraron la vida de 48 personas, una cantidad de localidades indígenas y campesinas incomunicadas en cinco entidades y también de desaparecidos. Una emergencia más a consecuencias de los fenómenos naturales, sólo que más allá de que podamos solidarizarnos incluso con amigos y familiares afectados, lo cierto es que esos diagnósticos y mapas de riesgo que se conocen en los gobiernos Federal y estatales, desde hace años, no sirven de nada si se mantienen en los cajones de los servidores públicos.
En los últimos seis años, una familia cambió su domicilio de Villahermosa, Tabasco a Poza Rica, Veracruz, huyendo de las constantes inundaciones de su casa. Ella es una joven mujer, hija única, que decidió regresar a su tierra natal Poza Rica, al lado de su madre, mientras su esposo, un ingeniero petrolero ha pasado por diversas plantas. De Campeche a Tabasco, luego a Poza Rica y hoy en la Ciudad de México.
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