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Por Olivia Medina de J

La intuición es el lenguaje del alma. Esta frase la acabo de oír en el podcast de mi querida amiga Ana Victoria Garcia ( Mas cabrona que bonita) en su plática con Camila Healing  y me llegó hasta el tuétano.

No deje de pensar en eso y de cuantas veces mi alma me había hablado en mi vida, múltiples ocasiones, a veces sutilmente, otras a gritos, a veces la escuche y otras la ignore.

Desperté acordándome de lo que les platicaré, pero una vez más, no sabía si hacer caso a mi alma y contarlo hasta que esa mañana abrí la página de O51 y leí la columna de Sofia  Diaz Pizarro “El regalo de escuchar tu intuición” y ¡¡Saz!!, no había remedio, tenía que escribir esto y esperar un poco de paz al hacerlo y quien quita , inspirar a algún lector a “escuchar su alma”

Pues bien, long story short, llevaba 2 años sin hablar con mi hermano mayor ya que problemas con un negocio mutuo nos habían alejado, yo vivía trabajando 12-15 horas al día para sacar adelante mi emprendimiento, era mediados de Noviembre del 1999 y Salvador mi hermano estaba por cumplir  38 años. Mi alma (ahora sé que era ella) me recordó de su próximo cumpleaños y me dijo que le llamara para felicitarlo, que olvidara los rencores y simplemente le hiciera saber que lo quería y deseaba que pasara un lindo cumpleaños.  Así lo sentí y pensé ( planee) hablarle en su día, unos días antes mi alma me lo recordó, “si claro, lo haré” me decía internamente  y en mi mente repasaba la posible conversación, ¿me colgaría el teléfono? ¿Qué me diría?, pronto lo sabría.

Llegó el 28 de Noviembre y “me ensordecí” no hice nada, llegó la noche y mi madre me platicó haber hablado con él, cuando le pregunté “¿Cómo pasó su cumpleaños?” ella no lo podía creer, ¡ no lo había felicitado!!

Al otro día por la noche recibimos una llamada (mi madre vivía con nosotros en ese momento) y al escuchar su grito sabía que algo malo había ocurrido, mi hermano había sufrido un ataque cardiaco, vivíamos muy lejos de él, subimos al coche y mi esposo manejó lo más rápido que pudo, la tensión y nervios se sintieron todo el trayecto a su casa que me pareció de 12 horas, nos fuimos directo al hospital en el que asumimos que estaría (cercano a su casa), pero ahí no estaba nadie con su nombre. Llegamos a su casa solo para saber que él yacía muerto al lado de su cama.

¡Por qué no te escuche alma mía! ¿Por qué no hice lo que me aconsejaste y que practiqué tantas veces en mi cabeza?¿¡ Por qué no te hablé hermano!?

Sobra decir el dolor y el arrepentimiento que a la fecha me invade, así que, amigos por favor escuchen lo que tiene que decirles su alma y actúen en consecuencia, nunca sabrás qué hubiera pasado si no haces lo que ella te susurra (o grita).

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