Por Olivia Medina de Jönsson
¿Te puedes embarazar sin tener sexo? Si por tener sexo entendemos una copulación, o penetración completa, sí, sí es posible, y para muestra estoy yo.¿Puedes presentir si estás embarazada? Sí, y otra vez me pongo como muestra de ello.¿Puede tu mente hacer que no se note tu embarazo por casi seis meses? Sí, se puede.¿Imaginación mía, locura? No, les cuento:
Cuando me embaracé a los 14 años, las hormonas de la edad hicieron lo suyo conmigo, ávida de cariño al sentir que mi padre ya no me quería, y que por eso nos había abandonado a mí, a mi madre y a mis hermanos.Esa noche, en el coche de mi novio, las cosas se salieron de control, pero en cuanto sentí algo querer entrar a mi cuerpo y el dolor que provocaba, dije: ¡no! Lo empujé y me alejé.Sentí la humedad entre las piernas y no sabía si era yo o era algo de él. Al tocar el líquido y limpiarme, supe que era de él. Entonces el susodicho me dijo que no había de qué preocuparme porque “no había pasado nada”. Yo, asustada, le dije: ¿y si quedo embarazada? A lo que volvió a decir que no era posible.Me hizo decirle cuándo era la última vez que me había “bajado” e hizo cuentas y dijo: “Imposible, no te preocupes”.Yo regresé a mi casa y, en la noche, solo pensaba: “Estoy embarazada”. Dicen que los hijos se crean en el momento que uno los piensa. Eso suena a pensamiento mágico, ¿será? Yo solo sé que yo sabía que mi hijo se estaba gestando desde ese día en mí.
Se imaginarán por todo lo que pasé. Negar el hecho fue lo más fácil para mí. No les niego que quise perderlo, pero no me atrevía a hablar con nadie del tema; mejor lo olvidaba y, en mi mente, no pasaba nada. Todo seguía normal. Ni náuseas, ni antojos, ni nada de embarazo, según mi mente.Hasta que un día pasó lo inevitable: había que ponerse traje de baño para un día en la alberca. Lo hice, y claro que mi padre lo notó. Ya de regreso a casa, nos dio un sermón del tipo “pase lo que pase, cuentan conmigo”. Yo solo lloraba lágrimas silenciosas en el asiento de atrás.A la mañana siguiente oigo enojo, gritos, mi madre hablando por teléfono… había sucedido lo inevitable: ¡ya lo sabían! Un portazo a mi recámara y un “¡tu papá está loco, dice que estás embarazada!”... Ahí sí ya no pude más y me solté en llanto. Mi madre no lo podía creer, ¿cómo no se había dado cuenta?
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