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Por Olivia Medina 
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Cada 18 de octubre conmemoramos el Día Mundial de la Menopausia, una fecha impulsada por la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad Internacional de la Menopausia para crear conciencia sobre una etapa tan natural, como poco comprendida: la transición hacia una nueva forma de equilibrio femenino.

Durante décadas, la palabra menopausia estuvo envuelta en silencio, vergüenza y burla. Se le asoció con el fin de la juventud, la pérdida del atractivo o el inicio del declive. Pero hoy sabemos que es todo lo contrario: marca el comienzo de una etapa de madurez, sabiduría y poder interior.

La menopausia no es una enfermedad. Es un reajuste hormonal profundo que ocurre, generalmente, entre los 45 y 55 años, cuando los niveles de estrógeno y progesterona disminuyen de forma natural. Este cambio impacta el cuerpo, la mente y las emociones, y puede manifestarse de muchas maneras.

Se estima que más de 60 síntomas pueden estar relacionados con esta transición: bochornos, insomnio, sequedad vaginal, ansiedad, niebla mental, cambios en el peso, inflamación abdominal, cambios de humor, dolores articulares y pérdida de cabello. Algunos menos conocidos son el síndrome del hombro congelado (dolor articular en un solo hombro), el tinnitus (zumbido en los oídos) o la sequedad ocular (sensación arenosa en los ojos). Algunos síntomas son visibles; otros, invisibles. Pero todos son legítimos.

Hace poco hablé con mi madre —tengo la fortuna de que aún esté conmigo— y me contó que, en su época, se pensaba que la menopausia solo traía bochornos y cambios de humor. Cuando le expliqué la diversidad de síntomas derivados de la falta de hormonas, se sorprendió al reconocer muchos que había experimentado en silencio, atribuyéndolos al cansancio, al smog o simplemente a la edad.

Esa conversación me hizo reflexionar sobre cuánto hemos callado las mujeres acerca de nuestros cuerpos. Lo más importante es entender que no estamos solas. Todas pasaremos por esta etapa, si tenemos la fortuna de vivir lo suficiente en un país tan violento como el nuestro —aunque esa es otra historia—.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (CONAPO), la esperanza de vida de las mujeres mexicanas es de 78.4 años, lo que significa que pasamos casi un tercio de nuestra vida en menopausia. Si vamos a vivirla por tanto tiempo, ¿por qué no hacerlo con información, acompañamiento y bienestar?

El cuerpo cambia, sí, pero también cambia la manera en que nos miramos. La menopausia nos invita a detenernos, escucharnos y reconstruir nuestras rutinas desde la conciencia. Nos enseña a no luchar contra el cambio, sino a navegarlo con amor.

Hoy existen múltiples alternativas, tanto médicas como naturales, para sobrellevar los síntomas. Una de las principales es la terapia de reemplazo hormonal (TRH). Yo misma no la tomé a tiempo, y ahora sé que me habría ahorrado años de bochornos, insomnio y aumento de peso. Por eso, es fundamental acudir con un endocrinólogo especializado en menopausia, especialmente durante la perimenopausia, para recibir la dosis adecuada de hormonas que el cuerpo va dejando de producir. Esta terapia puede reducir o incluso eliminar los síntomas.

Durante los años ochenta, algunos estudios mal diseñados vincularon la TRH con el cáncer, pero esos mismos investigadores se retractaron a principios de este siglo reconociendo que los datos se habían interpretado mal. Así que, si eres candidata, no tengas miedo de informarte y decidir con acompañamiento profesional.

Si no puedes o no deseas optar por la terapia hormonal, hay caminos naturales que también pueden brindar equilibrio:

  • Cremas naturales de camote (yam).
  • Infusiones de plantas, como el Meno Tea (que creé en mi empresa Euro Té).
  • Adaptógenos, ejercicio moderado, alimentación consciente, descanso y autocuidado.

Cada mujer puede —y debe— elegir su propio camino hacia el bienestar.

También es tiempo de hablar abiertamente del tema, sin eufemismos ni pena. De normalizar las conversaciones sobre el cuerpo femenino, de abrazar el envejecimiento con dignidad y de celebrar la sabiduría que los años nos otorgan.

La menopausia no nos quita nada. Nos devuelve algo que habíamos perdido: el derecho de vivir a nuestro ritmo, con serenidad y poder.

Quizá no se trata de sobrevivirla, sino de honrarla. De entender que el fuego de los bochornos también puede ser símbolo de fuerza, que la calma que llega después del insomnio puede transformarse en claridad, y que en cada arruga habita una historia bien vivida.

“Esta etapa no apaga la luz: la transforma.” Y cuando una mujer transforma su fuego interno, ilumina a todas las demás.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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