La benevolencia de Estados Unidos con Emma Coronel

Emma Coronel aprovechó el acceso que tenía a su esposo a través de las visitas conyugales para actuar como mensajera del crimen.

La benevolencia de Estados Unidos con Emma Coronel

Emma Coronel ayudó a Joaquín Guzmán Loera a escapar de la prisión. Fue la mujer, junto con los hijos del capo, el artífice para que en 2015 el narcotraficante saliera de su celda en el penal de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México, a bordo de una motocicleta con la que recorrió el kilómetro de túnel que le abrieron para evadirse de la justicia.

Previamente al escape, concluye una corte estadounidense, aprovechó el acceso que tenía a su esposo a través de las visitas conyugales para actuar como mensajera del crimen. Escuchaba de Guzmán Loera las órdenes que transmitía a sus hijos y lugartenientes del Cártel de Sinaloa, lo cual permitió al mafioso continuar controlando su ilícito negocio de las drogas desde la prisión.

Las actividades de producción, distribución y tráfico de drogas las encabezaba a través de su esposa Emma Coronel, así como también las operaciones para lavar dinero, y ni se diga de mantener la estructura criminal del cártel.

En estas condiciones, Emma Coronel contribuyó en el crecimiento del Cártel de Sinaloa, en la venta de drogas, en el lavado de dinero y, es de suponerse, en mantener el poderío criminal de la organización, lo cual hacen a partir de la amenaza y la muerte. Plata, plomo y sangre, no conocen otro camino.

Guzmán Loera fue recapturado seis meses después de la fuga en julio de 2015. Aprehendido en enero de 2016. Es evidente que durante esos seis meses el mafioso cometió un número indeterminado de delitos, tan solo para mantenerse prófugo a fuerza de su brazo corruptor y para sostener su imperio criminal a fuerza de balas.

De todos esos delitos, Emma Coronel carga con parte de la responsabilidad, como los hijos del capo, quienes ya encabezan su propia célula delincuencial bajo el apodo heredado de su padre, Los Chapitos. Tienen influencia criminal particularmente en tres estados: Sinaloa, Sonora y Baja California.

Emma Coronel se ha beneficiado del narcotráfico. Libre, sin ser perseguida por las autoridades mexicanas o por las estadounidenses, se trasladó sin culpa por ambos territorios. Con residencia en México y en la Unión Americana, donde de hecho nacieron sus hijas en Los Ángeles, California, fue espiada, pero no para investigarla a ella, sino en un intento por aprehender a su esposo cuando se encontrara con la mujer.

Durante el juicio en Estados Unidos a Joaquín Guzmán, Coronel se consolidó como una celebridad en las redes sociales, donde se dio cuenta a detalle de los despliegues de confianza de la esposa del criminal, los atuendos que portaba, su reacción y su arreglo personal. Tuvo acceso a cuentas en redes sociales donde dejó ver su exótica forma de vida e incluso apareció en un espectáculo de realidad mostrándose como la esposa de un líder de un cártel, prácticamente glorificando su estilo de vida, producto todo del dinero del narcotráfico.

Concedió entrevistas, se paseó con la firmeza de saberse impune. Mostró los excesos con una fiesta de cumpleaños, promocionada en redes sociales, para sus hijas gemelas donde el lujo fue la constante.

Hasta que llegó a un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos y se entregó. Aceptó su culpabilidad en tres delitos: asociación ilícita para traficar cocaína, metanfetamina, heroína y marihuana; lavado de dinero y participación en transacciones de propiedades de narcotraficantes. Además, pagó una multa que le fue impuesta por la corte de 1.5 millones de dólares, otra vez, a saber, dinero del crimen organizado.

Pero aun con ese contexto criminal en el que fue pieza clave para el desarrollo de las actividades ilícitas del Cártel de Sinaloa, la justicia mexicana ha sido indiferente con la esposa del capo, proveyéndole con ello impunidad. En Estados Unidos le consideraron su entrega y la información que proporcionó para integrar otras investigaciones, para imponerle una benévola sentencia. Tres años de prisión y cinco de libertad provisional.

La justicia, tanto en Estados Unidos cuanto más en México, suele ser benévola con las esposas de los narcotraficantes, volteando hacia otro lado cuando se trata de ver la realidad: son parte activa de la estructura criminal de sus esposos.

Existen muchos casos; el de Coronel es el más notorio, pero está el de Rosalinda González, esposa de Nemesio Oseguera, El Mencho, líder criminal del Cártel Jalisco Nueva Generación, detenida por segunda ocasión en México hace unas semanas. O la mujer de aquel narcotraficante de Baja California que, ante la aprehensión de su esposo, vació las casas de seguridad de dinero y droga antes de que los policías llegaran a incautar lo ilegal.

Esta falsa caballería de la justicia hacia las mujeres de los narcotraficantes contribuye a la inseguridad, la violencia y el tráfico de drogas, y deja a la sociedad, una vez más, vulnerada.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Una suscripción es el regalo perfecto para estas fechas; además, dura un año.

✨ ¡Gracias por apoyar nuestro periodismo!