No es un ave, no es un avión, es Súper Obrador

En las películas se busca perpetuar a los enemigos para poder filmar una secuela muy taquillera, pero este guión está destruyendo al país.

No es un ave, no es un avión, es Súper Obrador
Adina Chelminsky

Mucho comparan el estilo de Andrés Manuel López Obrador con Goebbels el (anticélebre) propagandista nazi que decía: “una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad”.

Odio sonar cabeza-hueca y banal, pero cada vez estoy más convencida de que López Obrador saca su mojo, la base de su discurso y la esencia de su plataforma política de las historias de superhéroes y villanos.

Indios y vaqueros, el correcaminos y el coyote, de Batman, de Spiderman, de Ulises y todos sus enemigos. En donde él, AMLO, es el héroe y los ______________ (ricos, fifís, utilizadores de cubrebocas, PAN, PRI, médicos, la lista es inmensa) son los villanos.

Y no, no porque en el mundo, literario, cinematográfico y político, no deba haber seres buenos que luchen contra el mal, sin duda los necesitamos, sino porque López Obrador no concibe su razón de ser sin la existencia de una antítesis y justifica su modo de actuar en la existencia de ellos.

Tres años después de asumir la presidencia nos hemos dado cuenta de que no tiene suficiente sustancia como persona ni en su plataforma sin reflejarse en el espejo de sus némesis.

Así como los superhéroes no tienen razón de ser sin la existencia de los villanos (se retirarían a sus fincas o a sus guaridas o en algún rincón recóndito del universo Marvel), López Obrador no puede operar sin un discurso de antagonismo.

En las palabras de Megamente (sí, el Megamente de caricatura), en un momento de crisis existencial: “Soy un superhéroe sin villano. Un ying sin yang. Un torero sin toro. En síntesis, no tengo propósito”.

López Obrador ha definido su vida, su presidencia y su legado no con base en lo que él es o la viabilidad de sus proyectos, sino en la existencia de sus enemigos. Es bueno porque los otros son malos. Es honesto porque los otros son corruptos. Ama a México porque los otros lo odian, no usa cubrebocas porque los fifís lo hacen…

Mientras un líder debiera negociar y reducir las diferencias para convertir a sus enemigos si no en amigos sí en colegas, López Obrador busca nunca cerrar la brecha para justificar su razón de ser.

Este modus operandi no es un asunto menor, es la causa detrás de la mayor parte de los desaciertos del presente gobierno. La polarización se ha vuelto política de Estado. Alimentar la existencia del malo para justificar su razón de ser y la fidelidad de su base.

Porque si me defino a través de mis enemigos y NO los hay, o han perdido su punch, pues hay que revivirlos o inventarlos o exagerar sus maldades o provocarlos. Alimentar el odio, el resentimiento y el miedo para él poder salir de las cenizas como el salvador.

Jamás aceptar un error. Jamás recalcular. Jamás negociar (o por lo menos no de manera abierta) para, así, perpetuar la existencia de los malos.

El “dudo, luego existo” de Descartes se ha convertido en “creo malos, luego existo” en manos de López Obrador y su aparato de propaganda.

Y no, no porque no existan malos en la historia y realidad política de México. Los hay, y muchos. Las clases políticas y empresariales han dejado mucho que desear. MUCHO.

Pero gobernar un país de una manera unidimensional y binaria, como si fuera una película de Marvel de buenos y malos, en donde no hay lugar para la negociación, sólo para la aniquilación nuclear, es lo que nos ha llevado a donde estamos hoy.

México es un país que tiende naturalmente, por sus características sociales y económicas, a la polarización. Un país en donde hay una enorme mayoría en condiciones de pobreza, una clase media ahogada y una miniclase alta muy pudiente no puede no caer en el encono y en la búsqueda de culpables. Lo que necesitamos no es un presidente que exacerbe esas diferencias como botín y carnada política, sino alguien que las pueda sanar como herramienta de progreso para tod@s.

Faltan menos de tres años para votar por el próximo presidente y muchos ya empezamos a sacar las palomitas para ver cómo se desenvuelve la contienda presidencial. ¿Qué hay que buscar en el próximo presidente? Muchísimas cosas (eso será materia de otra columna), pero creo que hay una FUNDAMENTAL: alguien que no tenga este afán de polarización, de crear enemigos, de alimentar el odio en vez de resolver.

Porque en las películas se busca perpetuar a los enemigos para poder filmar una secuela muy taquillera, pero en la realidad este guión está destruyendo al país.

@adinachel


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