Los portazos cuestan caro

Hace una semana Telefónica devolvió al gobierno el último pedazo de espectro radioeléctrico que le quedaba, liquidó sus “fierros” y para sus clientes usa la red de AT&T México.

Los portazos cuestan caro
Bárbara Anderson

Con la salida de otra empresa de telecomunicaciones se perpetúa una estadística que no cambiará sin más competencia: 23.5% de la población mexicana vive en pobreza digital.

Dicen que hay dos momentos felices para quienes tienen un velero: cuando lo compran y cuando lo venden.

La metáfora podría aplicar a Telefónica Movistar, que hace una semana acabó su intento por crecer en México y terminó de entregar la tercera y última parte del espectro radioeléctrico al gobierno mexicano y de migrar todo el tráfico de su red a AT&T México.

¿Qué pasó en nuestro país con uno de los operadores de telecomunicaciones más importantes de Hispanoamérica? Se topó con un mercado cuasi monopólico (con América Móvil ostentando 73% de los ingresos) y con el costo de un insumo básico a precios fuera de rango versus otros países. Se trata del costo del espectro radioeléctrico, ese canal “invisible” por donde corren los servicios de las telefónicas.

Como un bien nacional, el espectro es subastado por el gobierno (vía el órgano regulador, que es el IFT) y cada empresa de telecomunicaciones se presenta y compra pedazos del mismo.

Esto es común en todo el mundo y es un recurso que todas las secretarías de Economía o Hacienda esperan con gusto. Y sobre todo en nuestro país, que ostenta el precio más caro de espectro en América Latina. Además, tenemos otra particularidad en México: el costo del espectro lo fija el Congreso, mientras que en el resto del mundo lo hace el mercado.

Como todo insumo, las empresas lo ponen en sus costos y se prorratea por el tamaño del negocio (o número de clientes) que tienen.

Si yo pago 100 pesos y tengo mil clientes, mi costo por el insumo de ese espectro radioeléctrico es menor a quien pagó 100, pero tiene 20 clientes.

Hoy, después de las reformas en telecomunicaciones que buscaban mayor competencia y menos preponderancia, Telcel sigue ostentando 73% de los ingresos del mercado y el restante 27% lo comparten las otras empresas que llegaron atraídas por la apertura de un mercado tan atractivo como el mexicano.

Con esos ingresos –y un costo ahí sí parejo del espectro radioeléctrico– este insumo tan necesario representa para la empresa fundada por Carlos Slim un 3% de sus ingresos. Pero para un jugador del tamaño de AT&T México el insumo estatal representa 14% de sus ingresos.

En noviembre del 2019, el dueño del velero Telefónica Movistar se cansó de pagar altos costos por subsistir como segundo jugador en un sector que le dejaron abrazar a solo 18% del mercado y sorprendió a muchos anunciando que abandonaba su espacio en el espectro (que vendría a ser la Marina) y que migraba a sus clientes a la red de AT&T México.

La aventura del velero mexicano solo le generaba 2.5% de los ingresos al conglomerado español y muchos dolores de cabeza. Permanentes propuestas para reconsiderar la manera en la que se debería cobrar el costo del espacio radioeléctrico –que toparon con pared– fueron la gota que rebalsó el vaso (o el barco).

Sin el gran costo fijo de una enorme capacidad instalada de infraestructura (que también vendió) como torres, antenas, mástiles y centrales, ni la deuda financiera que tenían que cubrir para tranquilizar a sus accionistas y con tan poco espacio de crecimiento, la mejor idea fue buscar ese segundo momento feliz y vender todo.

Desde el 30 de junio pasado (cuando entregó la última parte de sus bloques de espectro) Telefónica es casi un operador móvil virtual (OVM) en el país con unos 23 millones de clientes.

Telefónica Movistar sigue siendo quien dé servicio a sus suscriptores, quien haga la comercialización y la facturación, mientras AT&T México opera todo el entramado físico que requiere este nuevo aliado.

Las ventajas para los españoles es que desde este acuerdo tienen ahorros significativos en opex (o gastos operativos) y sobre todo en capex (inversión) relacionado con los costos de la red y del espectro de frecuencias.

¿Qué significa para las arcas nacionales el fin de la aventura de Telefónica en México? Una cuota fija anual de 4 mil 500 millones de pesos que dejarán de recibir.

“El tema de costo de espectro sigue exactamente en los mismos términos desde 2019. No ha habido ninguna reducción, ningún cambio en política respecto a privilegiar conectividad sobre recaudación”, afirmó Ana de Saracho, directora de asuntos públicos, regulación y mayorista de Telefónica México en una entrevista hace pocos días al sitio de noticias bnamericas.

Y poniendo el dedo en el tema de recaudación, no fueron pocas las veces que Telefónica y las demás operadoras con presencia minoritaria del mercado propusieron que los costos del espectro fueran proporcionales al tamaño del operador.

Si un gigante ostenta siete de cada 10 conexiones, su costo de espectro debería de ser de ese vuelo, mientras los que pelean lejos el segundo y tercer lugar (con poco menos del 30% del mercado) paguen un monto proporcional. Ese ajuste puede permitir aumentar la inversión y con ello el despliegue a más zonas del país y bajar los costos de la telefonía móvil.

La falta de reglas más parejas para disparar la competencia afecta siempre a quienes menos tienen: los menores despliegues de redes se realizaron en zonas que no son rentables o que tienen poca población y por ende suelen estar aisladas y sin acceso a telecomunicaciones.

Un 18% de la población mundial, mil 400 millones de personas, vive en situación de “pobreza digital”, según estimó un estudio de la Internet Society Foundation y el World Data Lab.

En México estamos por encima de esa media global y hoy 23.5% de los mexicanos vive en pobreza digital (unos 32.2 millones de personas). Esto nos pone casi en el mismo rango en porcentaje que Ghana, Marruecos y Barbados.

“Internet es de quien lo pueda pagar y eso empieza a ser una discusión sobre la accesibilidad de los derechos”, dijo hace unas semanas el senador Emilio Álvarez Icaza.

Los portazos cuestan caro en el corto plazo recaudador de Hacienda, pero mucho más caro en el largo plazo para garantizar el derecho humano a las telecomunicaciones.

Aquí también debería usarse la premisa de la bandera color vino de “los pobres (digitales) primero”.

@ba_anderson

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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