Hamlet: una mujer derrota la insana distancia

La tragedia es especialista en convertir en espectáculo nuestras pasiones desbordadas para reconciliarnos con nosotrxs mismxs

Hamlet: una mujer derrota la insana distancia

Brenda Macías*

Gracias por vacunarte. Gracias por guardar la sana distancia. Gracias por lavarte las manos. Gracias por usar cubrebocas. Gracias a tu esfuerzo querida lectora, querido lector, querides todes hemos podido regresar al teatro después de dos años de incertidumbre por la pandemia en la que, si bien hubo esfuerzos extraordinarios por mantener viva esta pasión con video teatro, teatro y cabaret por zoom, teatro por streaming, nada se compara con la fuerza de los cuerpos en presencia. El director argentino Mauricio Kartún lo confirma así: “el video videa, el teatro teatra”.

El dilema de ir o no ir al teatro hoy tiene una respuesta. El llamado a su presencia es ensordecedor. Tenemos que volver. Y hoy me atrevo a compartir con ustedes cómo fue la experiencia de mi regreso a su regazo en este 27 de marzo, Día Internacional del Teatro. Pero antes quiero recordar aquel año 2020 de pérdidas, derrotas, muerte y traiciones en medio de la esperanza de un posible y necesario renacimiento a pesar de  la amenaza de un enemigo invisible que nos acechó todo este tiempo.

Foto: Brenda Macías
Foto: Brenda Macías

Hay que decirlo: esta batalla no ha sido ganada. El virus SARS-COV-2 para poder quedarse entre nosotrxs dejó lecciones no aprendidas, porque en lugar de deconstruir nuevas formas de convivir en este mundo desigual y violento se ha optado por la guerra y el encono. Por eso creo que el teatro es sabio. Antes de esta peste contemporánea, el teatro ya nos conocía bien, ya nos advertía lo que estaba por suceder.

La tragedia es especialista en convertir en espectáculo nuestras pasiones desbordadas para reconciliarnos con nosotrxs mismxs, al menos por unos minutos de función. En ese laboratorio de vida que es la escena podemos contemplar nuestra compleja, irónica y ridícula naturaleza humana.

Y sí. Regresé. Tuve el beneplácito de asistir al estreno de Hamlet de William Shakespeare, una de las obras más conocidas del dramaturgo isabelino, en el Teatro Milán, en la colonia Juárez, en la Ciudad de México.  Vi una versión de la directora Angélica Rogel, quien entregó una propuesta escénica de dos horas en la que Hamlet, la personaja atormentada por el fantasma de su padre asesinado, decide no ocultar su malestar, ira y tristeza al darse cuenta que su familia era incapaz de conmoverse ante su dolor. Ni qué decir, ante el dolor de los demás.

Hamlet, quien ama profundamente a Ofelia, recurre a los instrumentos de la teatralidad para exponer a su familia indiferente que no sería posible ocultarle la verdad. Su padre había sido asesinado por alta traición. Ser o no ser, ese es el dilema. Horacio, el amigo, el hermano, acompaña a esa Hamlet intuitiva a descubrir la verdad. Ambos dialogan con la sombra que les confirma lo que ya saben. En su voz interior estaba cartografiado su destino. Así como en cada historia de amor que hoy, usted y yo construimos. ¿Qué final queremos darle a esta aventura de vivir-morir?

Qué cosa es el teatro. Por qué al estar ahí pude conectarme con la magia. Cómo es posible que con tan pocos elementos: unos espejos, unas naranjas, unos vestuarios sobrios entre el blanco, el negro y el gris, una foso, unos palos, unas expresiones actorales, unas voces potentes, una escena final desafiante, la iluminación, la música, la energía y la vida yo pudiera conmoverme ante las lágrimas de regresar y aplaudir de pie que pudimos vencer las sanas e insanas distancias.

* Brenda Macías es investigadora teatral, periodista y académica, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y profesora de Literatura Aplicada en la Universidad Iberoamericana Puebla. Le gustan las azucenas.

@brendamargotms