Ni locas ni criminales, soñadoras

Soy lesbiana y políticamente es algo que siempre me ha importado enunciar.

Ni locas ni criminales, soñadoras
Lucía Riojas

El 17 de mayo de 1990 la homosexualidad fue eliminada de la lista del catálogo de  enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud. Desde entonces se conmemora como el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia –yo prefiero hablar de la LGBTIfobia–. Soy lesbiana y políticamente es algo que siempre me ha importado enunciar.

En esos 32 años que han transcurrido desde 1990 se ha avanzado muchísimo en términos de derechos y libertades, pero, como siempre, el impacto de los avances legislativos o culturales es dispar tanto en el mundo como dentro del país. Y aunque en materia de derechos humanos se debe respetar el principio de progresividad –es decir, que no se deberían socavar derechos obtenidos por poblaciones vulnerables– la realidad es que en la política nunca se puede dar una batalla por ganada.

Por un lado, tenemos muchas victorias de las cuales sentirnos orgullosas: desde el matrimonio igualitario hasta la adopción homo y lesboparental, pasando por la emisión de documentos de identidad para personas trans, hasta la cotización en el IMSS de parejas del mismo sexo, las candidaturas diversas y la mayor visibilidad de integrantes de la comunidad viviendo abiertamente en todo ámbito. Sin embargo, las personas LGBTI+ no existen fuera del contexto general y la realidad del punitivismo, de la militarización y del castigo desmedido a la pobreza y a los espacios rurales en el país continuarán siendo el mayor obstáculo a ese mundo más justo que queremos.

Aquí en Monterrey, la segunda ciudad más importante de México y una ampliamente reconocida por su conservadurismo, tenemos ejemplos de activistas y organizaciones que han resistido décadas y años agudos de la guerra. Abel Quiroga, Rubén Maza, Jennifer Aguayo, entre muchas otras, han estado presentes exigiendo las condiciones básicas para una vida digna, aunque hoy el reclamo ha evolucionado a ser lo necesario para una vida que dé gusto vivir. Eso es lo que hace que toda lucha perdure, hacer de todo fracaso y obstáculo historia y antecedente para que quienes lleguen después tengan más con que construir.

Sin embargo, el activismo necesariamente requiere visibilidad y tanto aquí como en el resto del país para muchas personas es un riesgo que no están dispuestas a correr. Las violencias basadas en la  LGBTIfobia no son un tema menor, especialmente considerando los índices de violencia actuales. El Observatorio Nacional de crímenes de odio contra personas LGBT de la Red Arcoíris registró 80 homicidios o desapariciones en 2021; a estos habría que sumarle el número de agresiones que no acaban con la vida de nadie, pero sí le destruyen su patrimonio o le humillan en público.

Para muchas jóvenes que no consideraban su casa un lugar seguro la pandemia intensificó esa violencia. Escuchar de primera mano sus casos fue parte del impulso que nos llevó a fundar Refugio Casa Frida en 2020, el primer espacio de su tipo. Es increíble que no existiera ya al menos un espacio para la juventud LGBTI+ en el país, pero la realidad es que a las marcas y a muchos políticos lo único necesario para nombrarse aliados es no rehuir a una bandera arcoíris. Los espacios seguros son necesarios, pero más necesario aún es acabar con la guerra. Hay demasiadas juventudes en este país que estamos perdiendo ante la violencia y la desolación.

Aquí siento que la historia está por voltearse. Y no me refiero a las violencias estructurales que sistemáticamente han vivido las lesbianas, mujeres y hombres trans, homosexuales y personas que deciden militar en la disidencia y diversidad sexual contra todo pronóstico. Me refiero a que Monterrey y su gente están listos para construir vida y dignidad para todas las personas. Está lista para reconocerse diversa, para sanar heridas del pasado y velar por el futuro que cada vez exige mayor apertura, generosidad y empatía entre nosotras, nosotres, nosotros.

La realidad cotidiana a menudo no se parece a la que pinta la narrativa mediática y hasta política, y es justo por eso que nuestros espacios de toma de decisión deben estar ocupados también por la población diversa. Porque aún hay mucho que la historia le debe a nuestra comunidad. Por eso yo estoy aquí, por eso tenemos regidoras trans y lesbianas, por eso se celebró la 21a. carrera contra la homofobia el domingo pasado y por eso hoy en Plaza Zaragoza hay parejas que caminan de la mano con toda la naturalidad del mundo.

Me queda claro que una parte de quienes toman decisiones en este país no son capaces de actuar a la altura de la realidad. Gobernar y legislar con las personas al centro es imposible cuando se niega la existencia, la dignidad y la libertad a al menos 10% de la población.

Tenemos derechos ganados, pero el territorio en la felicidad, el respeto, la dignidad y la calidad de vida sigue en disputa. Por eso, ni un paso atrás.

@luriojas

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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