Dra. Marilú Acosta: Nos volvimos soldados

Es muy sencillo dividir a la humanidad. Primero fueron las religiones, luego la política, después los deportes y ahora las vacunas.

Dra. Marilú Acosta: Nos volvimos soldados

Por Dra. Marilú Acosta

En noviembre de 2021 apareció ómicron, un SARS-CoV-2 muy cambiado, con la misión de conocer a quien se deje y a quien no también, con mucho más energía que las otras variantes y sin necesidad de preocuparse por la vacuna, porque había cambiado su proteína S. Entonces, nos encontró cansados, en duelo prolongado, con la idea de que las vacunas habían controlado la pandemia y con ánimo de festejar un fin de año como antes.

A todos los seres humanos del planeta la naturaleza nos lanzó, sin misericordia, a combatir una guerra biológica evolutiva desde hace dos años. Sin importar cualquier concepto que nos pueda diferenciar del otro, todos los seres humanos por igual nos hemos convertido en soldados que combaten a un enemigo chiquitito, nanométrico, incoloro, inodoro, ¡insípido!, invisible y también ineludible.

Cada quien tiene sus batallas personalizadas. Cada quien viene con distintas protecciones y armas de combate. Cada quien tiene un cuaderno de tácticas y mapas para las  estrategias. Cada quien tiene sus accesorios para camuflarse. ¿Y cuál es el enemigo? La  información.

La información viene empaquetada en distintos formatos. Kilobases para los virus, kilobytes para lo digital y sinapsis para el cerebro. Aproximadamente, el SARS-CoV-2 tiene 30 kilobases que codifican 29 proteínas; este texto tiene 1.4 kilobytes y contiene varias ideas y se requerirían 2 mil 800 sinapsis para guardarlo en el cerebro. Ómicron quiere viralizarse, estar en todas las células, en todos los cuerpos del planeta. Este texto, sin estar en todos los cerebros hispanoparlantes, estaría bien que estuviera en varios.

Estamos acostumbrados a exponernos a contenido digital que se viraliza. No siempre son de nuestro agrado y depende de quién lo vea es que se generan pequeñas, nulas o grandes  consecuencias. El SARS-CoV-2 quiere competirle al video más visto de YouTube: baby skark  tutururuturu, baby shark tutururuturu, baby shark. Tiene 9 mil 800 millones de vistas. En la Tierra somos 7 mil 900 millones de humanos. Ese video lo ha visto varias veces la misma persona (o la misma computadora). Igualmente, el SARS-CoV-2 puede generar la enfermedad varias veces a la misma persona y lo ha hecho.

En esta pandemia mucha información se ha viralizado. Todos han tratado de explicar, rebatir,  entender las medidas de epidemiología, las infecciones respiratorias altas, las neumonías, el  colapso del sistema inmunológico, los medicamentos, los signos vitales y el cuidado de enfermos en casa. Al mismo tiempo que aprendimos a consumir, trabajar, estudiar y socializar en línea. El crecimiento de información tanto en el mundo virtual como en los cerebros y en el virus ha sido brutal.

Sin duda, hemos evolucionado. Ni el virus ni nosotros como sociedad somos los mismos que éramos en diciembre de 2019. ¿Qué hemos aprendido?

- Que la información es poderosa.

- Que los virus mutan en formas insospechadas: la proteína S sí podía cambiar y el virus sigue funcionando.

- Que los canales de transmisión son muy eficientes.

- Que los intereses políticos están por encima de la salud pública.

- Que la tecnología ha avanzado tanto que tuvimos vacunas a los 12 meses de haber iniciado la pandemia.

- Que hay vacunas de primera, de segunda y de dudosa procedencia.

- Que el miedo ha vuelto muy soberbia a mucha gente. O al menos así lo quiero pensar, quizá lo eran desde antes. El miedo también ha paralizado a otras tantas. Se han vuelto inflexibles e intransigentes. Sin cambiar estrategias, discursos ni medicamentos en las recetas médicas, que se volvieron machotes con una lista interminable de fármacos que no sirven para nada.

- Que es muy sencillo dividir a la humanidad. Primero fueron las religiones, luego la política,  después los deportes y ahora las vacunas: los vacunados vs. los no vacunados.

- Que los niños no van primero. La narrativa que nos asegura que los niños no se enferman, los niños no se hospitalizan, los niños no contagian, los niños no necesitan vacunarse (y al parecer tampoco necesitan medicamentos oncológicos) nos angustia porque no es verdad.

- Que es verdad que desconocemos mucho sobre las vacunas a largo plazo, porque nos falta que transcurra tiempo. Es verdad que las vacunas tienen riesgos. Es verdad que las vacunas no impiden el contagio ni generan inmunidad de rebaño. Sin embargo, hay claros indicios de que las vacunas redujeron la mortalidad y la gravedad para delta y para las olas que sucedieron de junio a septiembre de 2021. Pero, sobre todo, que dieron paz mental a millones de personas.

- Que los gobiernos no sólo pueden negar la vacunación a menores de edad y también decidir no apegarse a medidas tan sencillas como un cubrebocas bien puesto, la higiene de manos o  asegurarse de que en las escuelas públicas haya espacios bien ventilados. Son gobiernos que descobijan a la sociedad, la dejan desnuda, vulnerable y confundida.

- Que somos más que un gobierno y que debemos cuestionarnos seriamente el poder que  tenemos. Si un virus tan insípido y pequeño nos ha puesto de cabeza, ¿qué no podríamos hacer como sociedad si nos unimos?

- Que estamos en guerra, que somos soldados, que somos resilientes y que todavía nos falta la postguerra.

- Que siempre hay gente amorosa, dispuesta a ayudar, a compartir, a cuidar, a tener una palabra de aliento, de apoyo, de solidaridad. Porque, a pesar de todo lo malo que hemos vivido, siempre hay algo bueno por que luchar. Una mirada, una sonrisa, una palabra que nos muestra el amor incondicional.


Dra. Marilú Acosta es médico general con maestría en Salud Pública y Promoción de la Salud; desde 2006 contribuyó en varios capítulos del Plan Nacional de Preparación ante una pandemia de influenza.

Ha sido asesora externa de la Organización Mundial de la Salud, así como de diferentes gobiernos de países de América, Europa y Asia.

En la pandemia por Covid-19 desarrolló un hospital virtual para pacientes Covid-19 en casa que atendió principalmente a población vulnerable tanto de la Ciudad de México como del país y de algunas regiones de América Latina.

Es experta en pandemias, cambio de comportamiento y salud digital.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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