Marilú Acosta: La revolución de las mujeres

La campaña del Gobierno de la Ciudad de México no tiene justificación alguna, porque puso en riesgo a la población más vulnerable: al binomio madre-bebé.

Marilú Acosta: La revolución de las mujeres
Marilú Acosta

La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana la escribió con sarcasmo  Olympe de Gouges en 1791, al cambiar “hombre” por “mujer” y señalar el fracaso de la  Revolución Francesa que gritaba Liberté, Égalité, Fraternité, porque no puede haber libertad cuando te guillotinan por pensar distinto a la revolución y no puede haber igualdad sin tomar en cuenta a la mitad de la población sólo porque tiene genitales femeninos. La Revolución Francesa olvida a las mujeres porque Rousseau considera a la mujer como apéndice del hombre y guillotina sin piedad gracias a uno de sus políticos más populares: Robespierre, El Incorruptible, responsable de cerca de 40 mil personas guillotinadas o muertas en la cárcel, una de las cuales fue Olympe (3 de noviembre de 1793), guillotinada sí por contrarrevolucionaria, pero principalmente por feminista. Robespierre también terminó en la guillotina (28 de julio de 1794). Él por dictador, ya que pronunció un discurso que se interpretó como testamento político, lo cual puso nerviosos a muchos y decidieron cortarle la cabeza.

La revolución de las mujeres se escribe con sangre, dolor y a veces hasta con silencio, pero sobre todo con tenacidad y paciencia.

El mundo es de los hombres, escucho muy seguido, cosa que es verdad porque aquí está el planeta Tierra y sobre él están los hombres. Pero el planeta existe de igual manera para las mujeres.

Los hombres y las mujeres se complementan. Lo femenino es ser, lo masculino es hacer. La energía femenina va hacia adentro, la masculina va hacia afuera. Quizá por eso los hombres siempre se ven, se ven a sí mismos y se reconocen entre ellos, mientras que las mujeres son, están y sostienen muchas cosas para que los hombres se puedan ver. Las mujeres por definición somos más incluyentes, porque somos ese portal por donde llegan bebés al mundo que crecen en el vientre por más de tres meses sin saber su genitalidad.

La vida es de las mujeres. No es algo que se diga muy seguido, pero la reproducción es un elemento esencial en la definición de la vida. Instintivamente cuidamos de un animal gestante o en lactancia y podemos ver con emoción y asombro el momento del nacimiento.

Si estás al frente de estrategias de salud pública, aun cuando seas hombre tienes que tomar en cuenta a toda la población, incluida las mujeres. Por eso es inadmisible que el Gobierno de la Ciudad de México haya decidido dar ivermectina sin fundamento científico para Covid-19 como estrategia de salud pública. Porque, aunque no hay estudios en humanos, sí hay estudios en otros animales que demuestran la teratogénesis de la ivermectina, es decir, lastima el desarrollo del bebé en el vientre y no debe darse en mujeres en edad reproductiva. En este tipo de medicamentos de categoría C para embarazo existen excepciones: si el beneficio excede el riesgo se puede dar, pero siempre con un análisis de cada caso. Paciente por paciente, no darse en una campaña masiva, donde no hay un estrecho seguimiento al fármaco ni a los pacientes. En el Gobierno de la Ciudad de México claramente no pensaron en las mujeres. En ese kit que entregaron sin ver añadían azitromicina, un antibiótico que no sirve para Covid-19. Al menos la azitromicina es segura en el embarazo; sin embargo, si pasa a la leche materna aquí hay dos cosas: la primera es que los bebés no necesitan tener antibióticos en sus sistema tan chiquitos y, segundo, hay una relación entre la azitromicina en leche materna y bebés con reflujo gastroesofágico. La campaña del Gobierno de la Ciudad de México no tiene justificación alguna, porque puso en riesgo a la población más vulnerable: al binomio madre-bebé, ya sea en el vientre y/o en lactancia. Además, la resistencia a los  antibióticos es una lucha que lleva décadas a nivel mundial; tampoco en eso pensaron, en que al dar azitromicina estarían generando bacterias resistentes.

La revolución de las mujeres es necesaria, es más, es urgente. No estamos ya en la Revolución Francesa, pero siguen habiendo Rousseaus y Robespierres que quieren hacer un cambio desde su cegada perspectiva y que acusan a quienes elevan su voz de detractores del cambio. Vaya que nos etiquetan de contrarrevolucionarios porque queremos hacer bien las cosas. Y que el feminismo, aún cuando hay mujeres en el poder, sigue siendo motivo para que levanten la ceja quienes menosprecian el valor de aquellas que son portales de vida.

@marilu_acosta

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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