En México hay terrorismo del narcotráfico, no narcoterrorismo: ataques intensivos contra civiles en espacios públicos, despiertan a la ciudadanía

Si bien es cierto anteriormente ya se habían realizado actos terroristas en nuestro país, nunca se dispusieron a realizarlos con tan evidente intencionalidad.

En México hay terrorismo del narcotráfico, no narcoterrorismo: ataques intensivos contra civiles en espacios públicos, despiertan a la ciudadanía

Por Yuriria Rodríguez Castro *

En días recientes se registraron en México ataques terroristas simultáneos y planeados por grupos del narcotráfico con toda la intencionalidad del terrorismo. Si bien es cierto anteriormente ya se habían realizado actos terroristas en nuestro país, nunca se dispusieron a realizarlos con tan evidente intencionalidad. Lo que cambió es el grado de evidenciar la intencionalidad al atacar directamente a civiles en un contexto no bélico, irrumpiendo en sus espacios públicos de convivencia diaria.

Primero fue Irapuato, 29 de julio del 2022, domicilio en la colonia Comunal: narcotraficantes siembran restos humanos como cebo para atraer a elementos del Ministerio Público a una trampa, todo el inmueble está sembrado de cámaras de seguridad de los propios delincuentes; llegan la policía y los peritos forenses, hacen sus labores y cuando se disponen a ingresar en el inmueble, estalla un explosivo que contiene pólvora. Hay dos videos: el del Ejército que se queda detrás de la barra perimetral y uno más, el de los narcotraficantes, el cual rotulan toma por toma, imagen por imagen, con amenazas directas a los ministeriales, aclarando que no tienen problema alguno con el Ejército. Así es como quienes se identifican como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), hacen de una escena del crimen terrorista con cabezas en hieleras y bolsas con restos humanos, una segunda escena también terrorista con la explosión dirigida a los ministeriales, y una tercera que contiene a las otras dos en una escena repleta de intencionalidad en el mensaje criminal de comunicación del terrorismo con el video que circuló en redes sociales.

Lo que siguió fue una secuencia y consecuencia de escenas de ataques directos a civiles en Jalisco, Ciudad Juárez, Tijuana, Michoacán, y las entidades que podrían sumarse en los próximos días. Mientras tanto, la iniciativa privada teme pronunciar la palabra, el gobierno teme pronunciar la palabra, pero la sociedad al fin rompe el muro del silencio y denuncia que se trata de terrorismo.

Terrorismo del narcotráfico sin llamarlo narcoterrorismo

Aunque no se ha discutido en el derecho penal y la criminología, quizá por ser necesario un enfoque desde las teorías de la comunicación que tanto desconocen los especialistas en ambas disciplinas, observar la intencionalidad del delito y el crimen es más complejo que la interpretación de los hechos o de la ley, por lo que el terrorismo tiene que abordarse como el único crimen dotado de plena intencionalidad, la cual se manifiesta en el mensaje criminal de comunicación, en su escena del crimen intencional, en sus ataques no sólo organizados, sino planeados, calendarizados y ubicados previamente en el espacio público, en el tipo de víctimas objetivo, y en el tipo de ataque a realizar, simultáneo o en cadena.

¿Qué coadyuvó a que la sociedad mexicana tan tolerante a todo tipo de violencia criminal nombrara bajo consenso a los ataques intensivos de esta segunda semana de agosto del año 2022 como “terrorismo”? Aunque quisiera pensar que ha sido un proceso gradual de reconocimiento y toma de conciencia social, como el estudio sobre el terrorismo del narcotráfico y el terrorismo transnacional en México que he venido realizando en los últimos siete años, la verdad es que la intuición me advirtió que la sociedad relacionaría al terrorismo sólo con explosivos y ataques indiscriminados con armas de fuego en contra de civiles, no por todo lo que implica el terrorismo desde mi visión académica.

Además, reflexionando sobre cómo percibe el terrorismo la sociedad mexicana, sabía que para reconocerlo no podría tratarse de un ataque hacia un espacio público algo dudoso, un inmueble o patrimonio con una imagen pública desprovista de reputación como los bares o centros de rehabilitación, tampoco podía ser la mutilación y exhibición de civiles ya descabezados, desmembrados, encintados, semidesnudos o completamente desnudos, con caligrafía amenazante inscrita en su cuerpo y, en otros casos, con cartulinas o mantas que los señalan como miembros de otro grupo criminal. No, eso no sería suficiente para la violencia de la que somos capaces de tolerar y hasta respaldar en algunos casos donde todo podía quedar hipócritamente considerado como un “ajusticiamiento” válido sobre ciertos códigos de comunicación entre grupos criminales, porque así son ellos y un poco o mucho, así somos nosotros los mexicanos. En el fondo yo sabía que tenía que ser demasiado evidente la intencionalidad terrorista para que termináramos aceptando que ésta existe también en el narcotráfico.

Rotular un cuerpo inerte con mensajes criminales no es necesariamente un proceso de comunicación entre grupos criminales con códigos que sólo ellos entienden, sino un intento por colocar en la opinión pública la percepción de que son “ajustes” en equivalencia a códigos comunes de ataque a la sociedad civil, los cuales pretenden instaurarse en equivalencia a “reglas consensadas” por esa misma sociedad víctima.

En esta etapa del terrorismo realizado por grupos del narcotráfico en México, el cuerpo muerto ya no es sujeto de comunicación, sino medio o canal de ésta, por lo que no puede considerársele con toda certidumbre al emisor criminal que controla y es quien organiza el mensaje donde el cuerpo inerte ya no puede defenderse de ninguna acusación. Esto es terrorismo muy similar al yihadismo y su forma de accionar, no estamos solo ante tráfico de estupefacientes, por lo tanto, no puede ser narcoterrorismo, porque evade su tipificación en un sentido o en otro, donde tipificar por terrorismo es más grave y punitivo.

En el contexto de esta violencia terrorista de un supuesto narcoterrorismo, el mexicano no podía ver terrorismo en ningún acto, espacio, mensaje y atentado a la nación, para ser terrorismo puro, la opinión pública tenía que ver arder en explosivos e incendios provocados a lo largo del país como ya ocurre; los comandos tenían que entrar a los OXXO específicamente a disparar contra quien fuera, el ciudadano común: hombres, mujeres y niños haciendo compras; tenían que atacar directamente a una empleada y al repartidor de una famosa cadena de pizzerías que lleva el nombre de un emperador romano, tenían que cerrar el camino a un automóvil cualquiera, bajar a la familia con menores a punta de armas de fuego y hacerlo estallar en medio de la avenida; tipo de bloqueo muy distinto al de años atrás, cuando se robaban autos o se incendiaban camiones que primero eran trasladados al punto de bloqueo por los propios narcotraficantes.

Este es el punto de inflexión, porque aún el asesinato de dos curas jesuitas al interior de una Iglesia en Chiapas, o la masacre de una familia como los LeBaron, cuyas más recientes pérdidas fueron mujeres y niños, tras una ráfaga de disparos al paso de la camioneta de las víctimas, así como su posterior quema. Nada de esto provocó que los omisos articularan esa palabra temible por sí sola: terrorismo.

Pero en una semana de terror intensivo con víctimas mortales de civiles entre los que se encuentran menores de edad, nos revela que el supuesto de que existen grupos criminales delimitando sus plazas y que mantienen una disputa por las mismas, es cosa del pasado, pues ahora tenemos un narcotráfico que pelea las rutas, ya que la demanda obliga a moverse aún más con la producción de fentanilo. El precursor empleado en su producción cambió la relación comercial de México en la geopolítica de las drogas ahora subyugada a China, ya que después de que por décadas el narcotráfico mexicano tenía el control del mercado de heroína por ser dueños del cultivo, procesamiento, producción y distribución de esta droga además de un punto de venta inigualable en proximidad con el cliente en Estados Unidos, con el fentanilo, los narcotraficantes mexicanos están a expensas del precursor chino para poder “prepararlo” y traficar con él a través de rutas terrestres y marítimas.

Dado que los narcotraficantes mexicanos sólo pueden intervenir de momento en dos fases de la producción de la droga más demandada en Estados Unidos y Canadá, arrecia el terrorismo para abrirse paso. No es tampoco un tema de armas, sino de rutas provisionales para introducir el producto.

Por eso tenemos un narcotráfico terrorista más evidente en su intencionalidad de comunicar el mensaje y más mensajes criminales de su también consciente e intencionada escena del crimen, aún con todo esto debemos ser cuidadosos con los conceptos porque en la opinión pública siembran prejuicios y en la ley falsas apreciaciones. Aunque no estoy en contra de los neologismos, sí lo estoy de las minimizaciones y los reduccionismos de algunos conceptos como “narcoterrorismo”, porque ésto nos lleva a pensar que es narcotráfico con un aditivo extra, pero en cuya palabra aún va primero y pesa más la más soportable o tolerable de ambas: el narcotráfico, por lo que gran parte de la sociedad presupone que si algunos narcotraficantes cometen actos terroristas en México, es porque son narcotraficantes mexicanos y no terroristas mexicanos. Los neologismos nos deben permitir ampliar el conocimiento de un fenómeno, no para confundir y generar prejuicios al respecto.

Entonces, ahora que en México ya se han presentado todas las formas inimaginables del terrorismo, en donde incluso podemos detectar tipologías y patrones en fases determinadas, lo cierto es que el terrorismo es un padecimiento crónico a nivel global, y aunque en el artículo 139 del Código Penal Federal se han hecho innumerables reformas en el sentido de ampliarlo más cada vez –una de las últimas ampliaciones la hizo el grupo parlamentario de MORENA casi a inicios del sexenio de López Obrador–, no se aplica hacia ningún grupo criminal pese a estar suscritos claramente los delitos que lo conforman, tales como amenazar a la paz social, a la autoridad; representar incluso una amenaza psicológica y emocional en contra de la ciudadanía, así como atacar bienes públicos y privados, solo por mencionar algunos aspectos que incluye el artículo en cuestión.

¿Qué tanto perjudicarían las sanciones internacionales a México?

Este es un pretexto de hace algunos sexenios en que el narcotráfico ya comenzaba a realizar actos terroristas evidentes, pero argumentar que sale peor la aceptación del fenómeno que negarlo, no es del todo cierto, pues las consecuencias las determinan, por una parte, la Organización de las Naciones Unidas, y por otra, el propio régimen de sanciones que impone Estados Unidos. En ambos casos, considero que, a diferencia de Cuba o Venezuela, por la posición estratégica de México, ambas instancias no tomarían medidas tan drásticas en materia económica, para lo cual tendría que ocurrir algo aún más grave que traspase los límites fronterizos, no en vano, mientras Irapuato y Jalisco estaban bajo ataques terroristas, no fue sino hasta que se detonaron otros ataques coordinados en Ciudad Juárez y en Tijuana, cuando hubo una notoria movilización de la Guardia Nacional exclusivamente en esos puntos.

Una de las sanciones aplicadas por cualquier instancia internacional a los países que toleran o “patrocinan” el terrorismo son las restricciones al turismo, algo que en la práctica ocurre periódicamente cada vez que un ataque considerable se registra en México, las oficinas consulares de Estados Unidos ubicadas en nuestro país envían alertas para no viajar a dichas regiones, dejando al libre albedrío del ciudadano norteamericano la decisión de visitar estos lugares.

Lo distinto ahora, es un anuncio más imperativo de los consulados a no salir a los espacios públicos si sus ciudadanos ya se encuentran en estos lugares, algo que se instaura en un estado de excepción o de sitio, que legalmente es una medida previa al reconocimiento estatal de encontrarse en situación de guerra o bajo ataque terrorista. Entonces, lo que falta es un paso, que Estados Unidos haga público lo que ya es un hecho, que México se encuentra en la Lista de Nacionales Especialmente Designados, por sus siglas en inglés, OFAC, del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

La insoportable inutilidad de seguir la ruta del lavado de activos del narcotráfico para hacer frente al terrorismo

La lista de la OFAC surge durante la administración Clinton en los Estados Unidos, porque en los años 90 era lógico adoptar las medidas que inspiró Giovanni Falcone al enjuiciar a la mafia italiana a través de seguir la ruta de facturas y pagos de sus miembros, documentos que pudo relacionar con delitos específicos. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y el rastro del dinero es cada vez más escurridizo y ambiguo porque Internet es un medio de transacción muy evasivo. Pero lo más importante, es que no hay forma de relacionar claramente las actividades terroristas del narcotráfico en México con el flujo de activos cuando se utiliza pólvora en explosivos contra civiles, por ejemplo. Tendríamos que detectar la diferencia entre las adquisiciones de pólvora recreativa de las que no lo son o prohibir todos los materiales corrosivos, lo cual además de un régimen represor, también representa una misión imposible.

Los mercados ilícitos dejan rastro comprobable cuando se establecen en un mismo espacio por un periodo de tiempo relativamente constante y verificable; por eso, cuando existían delimitaciones territoriales entre grupos del narcotráfico era más fácil detectar estos flujos, pero ahora, que el narcotráfico ha regresado al nomadismo, su violencia se radicaliza más en términos de extremismo terrorista. Los activos ilícitos se extienden por rutas interestatales y extra fronterizas haciendo de la persecución de la llamada “ruta del dinero” algo inútil.

Las rutas son la disputa en activo y el terrorismo no es una pulsión recreativa de algunos narcotraficantes exaltados; el terrorismo como mensaje criminal de comunicación es el medio para abrirse camino en rutas urbanas donde la polis, es decir, el espacio mismo de la civilidad, la dinámica de las actividades citadinas y sus habitantes, son el obstáculo del negocio ilícito. Entonces, el objetivo es ‘despoblar’, y la forma más rápida y extrema para lograrlo, es siempre el terrorismo como crimen máximo.

La primera facilitación es la de un Estado que no interviene más que para sustraer a la policía de sus funciones, cabe señalar que la formación de un cuerpo civil de seguridad tiene un origen etimológico en relación a la ciudad y a la civilidad, por lo tanto, a la democracia, polis es ciudad y la policía representa su blindaje. No se trata de cumplir la promesa del gobierno de López Obrador de “regresar a los militares a los cuarteles”, sino de distribuir y descentralizar a la policía a lo largo de todo el país, fortalecer y capacitar más a los Ministerios públicos, generar vinculación ciudadana con los elementos policiales, robustecer los órganos de inteligencia, vincular a la Academia con estas labores, e invertir en políticas públicas que protejan al ciudadano en el espacio público donde habita.

Aunque hasta la fecha son muchos los narcotraficantes mexicanos señalados en la lista OFAC, el país no está siendo señalado en su totalidad por “patrocinar el terrorismo”, por lo que no está demás actuar como genuinos demócratas, o como genuinos políticos, también responsables de esta  polis, y condenar de manera conjunta con el gobierno de Estados Unidos al terrorismo provenga de narcotraficantes o no, de grupos autodenominados terroristas o no. Es urgente cumplir con la obligación del derecho penal internacional de cooperar en el combate y prevención del terrorismo, y esto no requiere de –como algunos sugieren– negociar con los perpetradores del crimen, sino de coadyuvar entre países sin poner condiciones ni pretextos, sin enarbolar la bandera de la supuesta moral soberana a cambio de entregar el espacio público al terrorismo, de entregar nuestras interacciones sociales a sus mensajes insistentes de violencia extrema.

@yuririaunam

* Yuriria Rodríguez Castro es Doctora en Ciencias Penales y Política Criminal por el INACIPE, donde se desarrolló como pionera en la investigación del fenómeno terrorista en México. Actualmente, es académica en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde imparte cátedra sobre comunicación de los movimientos políticos y sociales. Ha publicado el libro “El terrorismo transnacional y del narcotráfico. Mensaje terrorista, violencia y Derecho penal. Aproximaciones a un modelo preventivo”, además de algunos artículos sobre el tema en la Universidad de Harvard.


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