La imagen de Debanhi en la cisterna

La imagen del cuerpo de Debanhi nos duele a todas y se nos estampó en la conciencia como un herraje ardiendo marcado en la piel.

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Sandra Romandía
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Audiocolumna narrada por la autora

Este fin de semana pernocté en una casa de campo en las afueras de una ciudad del norte del país. La noche del sábado celebramos el cumpleaños de una amiga, así que decidimos quedarnos ahí. Tenía el deseo de salir a caminar/correr al día siguiente, pero al ser una zona cálida debía hacerlo a más tardar a las seis de la mañana para evitar los rayos del sol.

Desperté antes del amanecer y se me cruzó la idea de ponerme los tenis para salir a ejercitarme en los alrededores, pero, al mismo tiempo, un temor me invadió: ¿y si es peligroso correr por aquí de madrugada? ¿Y si tengo la suerte de miles de mujeres en este país que son tomadas como objetos y luego asesinadas? Entonces, la indignación me llevó a pensar en Debanhi. ¿Desde cuándo perdimos más y más libertades? ¿Desde cuándo México ya no es nuestro porque no podemos recorrerlo con seguridad? ¿Desde cuándo nuestros caminos y territorios enteros son una fosa y no un campo para correr y disfrutar? ¿Desde cuándo aprendimos a coartar nuestras ganas de vivir, de salir, de hacer cosas que en otros países son normales, por miedo a ser secuestradas y asesinadas?

La imagen del cuerpo de Debanhi en la cisterna vive en mi cabeza desde hace días. Y ayer domingo, antes de decidir si me ponía los tenis, volvió a aparecer en mi visión.

Resulta difícil entender que tengamos décadas gritando por nuestras desaparecidas y asesinadas sin que la realidad esté cambiando. Resulta difícil entender que aún en el discurso público persistan las expresiones “qué hacía sola a esas horas”, “hay que ver quiénes eran sus amistades”, “ella se lo buscó”.  Resulta difícil entender que los gobernantes no entiendan que no son casos aislados. Resulta difícil entender que nadie se responsabiliza y, lejos de ello, el presupuesto para atender temas de género está limitándose cada vez más. Todo resulta difícil de entender. Y resulta doloroso.

En Nuevo León el gobernador Samuel García bajó 50% el presupuesto destinado a la búsqueda de personas desaparecidas, además de eliminar un programa para apoyar a los hijos de personas sin encontrar. Sin recursos ni herramientas difícilmente se puede reaccionar rápidamente ante la denuncia de una mujer que nos haga falta.

El gobierno federal suprimió el Programa de Estancias Infantiles para Apoyar a las Madres Trabajadoras; el Presupuesto para el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) ha recibido los coletazos de los decretos de austeridad; y se suspendió el apoyo  a la Red Nacional de Refugios. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha llamado a las mujeres “falsas, conservadoras, infiltradas, manipuladas, simuladoras, violentas, neoliberales, provocadoras”. Pero somos nosotras las que no podemos salir a hacer ejercicio al exterior, las que no podemos ir solas a una fiesta, las que no podemos caminar por el país porque somos las que vivimos con miedo.

La impunidad y el desinterés nos están matando, porque esos hombres, los que secuestran, violan, abusan y asesinan saben que no sufrirán las consecuencias de sus actos.

La imagen del cuerpo de Debanhi nos duele a todas y se nos estampó en la conciencia como un herraje ardiendo marcado en la piel.  Es por ella, y por todas, que volveremos a levantar la voz las veces que sean necesarias.

@sandra_romandia

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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