La verdad sobre las bombas y las armas en la marcha 8M

Lo de ayer fue un concierto de orquesta de voces femeninas unidas que retumbó en el asfalto, en el concreto, en las avenidas, en el cielo

La verdad sobre las bombas y las armas en la marcha 8M
Sandra Romandía
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La verdad sobre las bombas y las armas en la marcha 8M
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Usar la mañanera para asustar, infundir temor, difundir mentiras y así disuadir que las mujeres salieran a las calles este 8 de Marzo es, probablemente, de las mayores ofensas y agresiones a las de nuestro género en lo que va del sexenio por parte del gobierno federal. Ni hablar de la desaparición de guarderías, del lenguaje machista y de oídos sordos a los feminicidios, ni hablar de la defensa a candidatos acusados de delitos sexuales. Cuando parece que no hay nada más grave que pueda ocurrir, ocurre: utilizar el máximo templete mediático desde el liderazgo político de este país, que es la conferencia diaria del presidente, para advertir que la marcha de este Día Internacional de la Mujer era peligrosa, que habría contingentes sumamente agresivos y sería la más violenta de la historia. Sí, no obstante, un listado de armas “superpoderosas” que las mujeres llevarían para generar caos y heridos.

Escribo estas líneas después de caminar siete kilómetros en el contingente de Opinión 51 durante casi cinco horas, desde la Torre Mayor hasta llegar al Zócalo, en la Ciudad de México.

Es probable que las advertencias sin fundamentos para imponer terror hayan funcionado en algunos hogares mexicanos donde, además, vemos cómo el Estado olvida sus funciones de salvaguardar la seguridad y el orden, y la impunidad permite escenas trágicas como las ocurridas en el estadio de Querétaro. La amenaza, porque es lo que fue, de Martí Batres de que salir a marchar era peligroso no muestra más que un gobierno tan inepto e inconsciente como los que aconsejaban a las mujeres “no salir solas de noche ni con poca ropa para que no les pase nada”.

La marcha transcurrió en una vibración constante de apoyo, convivencia de familias, madres, hijas, abuelas, niñas. Miles de voces soltando frases que debimos de haber pronunciado hace décadas, siglos. “Mi cuerpo es mío, no lo toques”, “no es no”, “ni una más”, “no somos una ni somos 10, somos el 51% de la población”. Sin empujones, sin agravios, sin contratiempos. Salvo uno que otro susto por supuestos petardos en el Zócalo que generó que varios contingentes corrieran de regreso, lo de ayer fue un concierto de orquesta de voces femeninas unidas que retumbó en el asfalto, en el concreto, en las avenidas, en el cielo.

No puedo ni quiero imaginar a los hombres trajeados en Palacio Nacional al preparar la estrategia disuasoria días antes. Pensarían: “con esto se asustarán y no saldrán a marchar”. “Si decimos esto los padres no dejarán salir a las adolescentes”. “Pero hay que agregar imágenes de las armas, para que tenga más potencia el mensaje, secretario”, “sí, agreguen imágenes…”. “Hay que ponerle número al grupo de mujeres que crearán el terror”. “Sí, señor…”.  Y ya, aventarlo en la mañanera, la máxima tribuna mediática en este país.

Pues no. Sí salimos y nos dimos cuenta de que ellos nos tienen más miedo que nosotras a ellos, que no nos podrán engañar más y que entre nosotras nos cuidamos mejor.


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