El meteorito es el cambio climático

México tiene petróleo, y puede y debe seguirlo explotando, pero no a costa del medio ambiente

El meteorito es el cambio climático
Sofía Ramírez Aguilar

Hay pocas cosas que importan tanto como cuidar el planeta en el que vivimos: el clima que conocemos para no morir de frío congelados ni de calor, asfixiados y deshidratados. Importan las estaciones, porque nuestros cultivos dependen de eso y, como si faltaran argumentos, el sector agropecuario mexicano es el único que ha crecido de manera sostenida en esta pandemia… aunque sólo sea 3.6% de lo que producimos como economía.

Prácticamente todo lo que producimos, lo que consumimos y experimentamos hoy en día depende en alguna medida de la electricidad, y cada vez más, porque el futuro es eléctrico y electrónico y el presente busca descarbonizarse pronto; contaminar menos sin dejar de calentar el agua y la comida, contaminar menos pero mantener fríos los espacios cuando hace calor, refrigerar la comida y darles continuidad a los servidores que nos dan conectividad digital.

De regreso con la burra al trigo, es inevitable que esta discusión del cambio climático nos remita una y otra vez a la falta de una política de desarrollo de largo plazo que incorpore el cambio climático más allá del discurso político… y eso cuando no resulta que el Presidente estima que la ecología, al igual que el feminismo y los derechos humanos, son inventos neoliberales que no tienen ninguna relevancia.

Esto no es una opinión; a los hechos me remito: el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 no tiene una estrategia hacia un futuro verde, sustentable y limpio. Sólo menciona UNA vez el concepto medio ambiente (ahí les dejo la liga) y UNA vez más la palabra ambiente a secas. En sentido opuesto, el gobierno ha enfocado su gasto en acciones sin sentido ecológico. Sembrando Vida es uno de los programas sociales prioritarios que ha contribuido a la deforestación porque genera incentivos para que la gente tale y siembre árboles a cambio de dinero, al acidificar el suelo o extinguir la fauna, en vez de simplemente cuidar los bosques como están. Provoca deterioro del medio ambiente a cambio de efectivo, en vez de promover mejor conservación con el involucramiento de la comunidad.

Por otro lado, la mini-inversión pública es apenas de 3.1% del PIB –lo cual es poquitito si se compara con la forma en la que el gobierno invirtió tras la crisis de 2009– y está fuertemente orientada a construir megaproyectos con un enorme impacto medioambiental, como el Tren Maya, por el cual el gobierno taló más de 20 mil árboles,  muchos de los cuales antes de tener un dictamen técnico para saber si era necesario o legal hacerlo; o una refinería en Dos Bocas, Tabasco, en un lugar donde se aniquilaron manglares que, entre otros beneficios, capturan hasta cinco veces más carbono que otros ecosistemas y evitan inundaciones.

Pemex, además, nos presentó el 28 de diciembre pasado un plan para refinar cada vez más petróleo en el país en vez de apostarle a otro tipo de negocio, como la extracción de crudo o a eficientar la recolección del gas que se extrae junto con el petróleo del subsuelo. Por ejemplo, por cada 10 pesos de gasto programable de Pemex en 2022, cuatro pesos son para refinación, dos para producción y uno para exploración.

Regresando al plan de Pemex, literalmente se pretende que en 2024 ya no exportemos crudo sino que lo refinemos todo en México, lo que genera al menos dos problemas graves. El primero es para las finanzas públicas, que están cada vez más apretadas, y que actualmente cerca de 19% del total de ingresos del gobierno proviene de los ingresos petroleros. Si dejas de vender crudo y pretendes que la gasolina que refines sea para consumo interno estás renunciando a esos ingresos como país. El segundo problema, sin embargo, es justamente medioambiental.

Por la composición química de la mezcla mexicana de petróleo, su proceso de refinación produce mucho combustóleo. Hasta 30% del producto final de la refinación acaba siendo este derivado, que por disposiciones medioambientales internacionales hoy en día ya no se puede comercializar para mover buques, como ocurría hasta antes de 2020. Ahora el combustóleo sólo se puede usar dentro del territorio que lo produce, como una medida para que los países tengan cada vez menos incentivos para producirlo. Pero, en el caso de México, una salida para el uso del combustóleo es usarlo para que las plantas de CFE puedan seguir operando, lo que genera energía cara y sucia.

Con la iniciativa de reforma constitucional que el Ejecutivo federal mandó a Diputados en octubre del año pasado no “sólo” se cambia el orden con el que las empresas y plantas generadoras despachan electricidad al sistema eléctrico nacional, sino que ahora se le da prioridad a la electricidad que produce CFE por encima de la que producen los privados (que son quienes invierten en eólica y solar), con la tecnología “antigua” que en parte se alimenta de combustóleo. ¿Cómo sabemos que CFE no tiene nuevos generadores de electricidad más modernos y no tenemos que preocuparnos por la contaminación? En parte porque este año CFE recibió 35 mil millones de pesos menos de lo que gastó en 2020, mientras que Dos Bocas recibió 45 mil millones de pesos más.

El orden con el que se despacharía la electricidad de aprobarse la iniciativa de reforma implica producir electricidad más cara y menos limpia, puesto que pasaron la electricidad eólica y solar al final de la fila, después de las termoeléctricas, geoeléctricas e hidroeléctricas de CFE, esa misma CFE que usa tecnología que “aprovecha” el combustóleo.

Son tiempos de crisis económica, sin duda. El petróleo aún tiene un mercado enorme, no en balde durante el fin de semana el barril de petróleo West Texas se acercaba hacia los 100 USD por barril. México tiene petróleo, y puede y debe seguirlo explotando, pero no a costa del medio ambiente y no como única estrategia. También tenemos sol, aire y otras formas de producir electricidad, así demande inversión y mejoras regulatorias. Debemos invertir más en exploración y mejorar la credibilidad de Pemex –y del Estado mexicano– para atraer inversionistas con los cuales Pemex pueda compartir el riesgo de la exploración. El caso más recientemente sonado fue el de Zama, por el cual el consorcio encabezado por Talos Energy (EUA) para explorar el campo petrolífero acabó en disputa cuando la Sener le dio el permiso de explotarlo a Pemex y no al consorcio, violando así los términos convenidos con los socios privados.

¿Por qué importa tanto cuidar el planeta si la pandemia sigue generando estragos económicos? ¿Que no es mejor enfocarnos en reactivar nuestra propia economía? La respuesta puede parecer contradictoria, pero resulta que sin inversión pública no habrá mejores turbinas ni tecnologías para que CFE produzca electricidad de manera más eficiente, barata y limpia. Pero sin inversión privada Pemex tampoco puede emprender grandes acciones de exploración, producción y recuperación del gas que liberan los pozos, y, lejos de que el gobierno incremente la confianza de los inversionistas en México –a quienes podría demandárseles inversiones verdes dada la integración comercial de América del Norte por la vía del TMEC–, los inversionistas no han incrementado su apuesta desde inicio del sexenio. No es un argumento ideológico: son puros datos y nuestro nivel de inversión se parece mucho al que había en 2011.

Un último argumento a favor de revisar qué estamos haciendo en materia medioambiental: según una estimación de Brookings Institute y otros centros de investigación, México está entre los países cuya producción por habitante va a caer en más del 50% de aquí al 2100 por el cambio climático. Estamos metidos en un problemón.

Somos un país donde la mitad de la población tiene 29 años o MÁS, pero eso significa que la otra mitad de la población tiene MENOS de 29 años. Por lo tanto, somos un país de jóvenes, y muchos de los bebés que nacerán este mismo año seguirán vivos en el 2100.

Si no lo hacemos por nosotros, sí hay que hacerlo por quienes aún no llegan. El meteorito que amenaza nuestra existencia es el cambio climático. México debe asumir su responsabilidad en la contribución de nuestra producción al calentamiento global, y diseñar mecanismos para que a partir de hoy tengamos mayor control de un futuro verde. Eso ocurrirá cuando todas y todos tomemos conciencia de ello y exijamos una agenda verde, de ésta y de las administraciones futuras.

#JustLookUp #MiraAlCielo

@Sofia_RamirezA

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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