Solo dos mil libros por leer

Según mis cálculos, solo me queda vida para poco menos de dos mil libros más, pero ya abracé y acepté esa idea y ya no tengo prisa...

Solo dos mil libros por leer
Teresa Parrales

Tendría alrededor de ocho o nueve años cuando le pedí a mi mamá que el premio que mis hermanos y yo ganábamos -o no-, por ayudar en tareas de la casa, fuera un tomo de Mafalda cada mes. No estoy segura de cómo la conocí ni porqué, pero para ese entonces me emocionaba contar con todas las “palomitas” en cada renglón de mis quehaceres porque eso significaba un librito más para mi colección.

Leí y releí cada tomo no sé cuántas veces, me aprendí los diálogos y con ellos elaboraba cada uno de mis debates, sobre todo contra la que me trajo al mundo, pocas veces gané, pero ah, ¡cómo le di batalla!

Estuve obsesionada con Tolstói y su Anna, me volví un poco paranoica imaginando vivir en la oscuridad por culpa de Saramago, gracias a Stephen King y saberme su Resplandor de memoria, -cuando en una clase de literatura en la prepa en lugar de poner atención me devoré Aura-, Carlos Fuentes lejos de llenarme de miedo me hizo sufrir con una de las grandes historias de amor que trascienden.

Llegaron los más clásicos, algunos de ellos no los entendía o no lograban engancharme y, culpo a mi inmadurez y terquedad, que en lugar de dejarlos y regresar a ellos en otro momento o nunca, invertí mucho tiempo, pero mucho, en forzarme a terminarlos y aún así no entenderlos.

Me autonombré fan número uno de Murakami cuando lo supe corredor y músico antes que escritor, al tiempo que descubrí un profundo amor por Japón y su cultura; por supuesto con ello llegaron Kawakami, Yoshimoto, Ishiguro, Mishima y uno de mis enfermos favoritos, Tanizaki.

Junto con mi descubrimiento y admiración hacia mis entonces nuevos amigos periodistas, me volaron la cabeza Wolfe, Caparrós, Talese y muchos más, gracias a las interminables conversaciones de su envidiable profesión y sus obras.

Un día mi mejor amigo y cómplice de tantos momentos en la vida, además de regalarme mi primera novela escrita por el rockstar de la cocina y los viajes, Bourdain, me presentó a Palahniuk, Bukowski, Larsson, y descubrí por mi cuenta a Limónov, Houellebecq, Oz y Pedro Juan Gutiérrez y de este grupo de autores descubrí que las biografías son mis lecturas favoritas, siempre y cuando sean sobre este tipo de personajes porque agradezco todos sus traumas y dramas de la vida que los llevaron a escribir así. Ésta, mi lista de enfermos favoritos a quienes tengo que recurrir inmediatamente después de mis novelas de amor para que me regresen a la realidad y me recuerden que el amor no existe; aunque aún sabiendo eso, siempre querré que llegue mi turno como Fermina Daza o Chepita.

A los quince años pedí un regalo improbable de recibir porque era muy costoso, de cualquier manera, me arriesgué y por supuesto no lo obtuve: un curso de lectura rápida ya que me urgía leerme el mundo entero.

Hoy, según mis cálculos, solo me queda vida para poco menos de dos mil libros más, pero ya abracé y acepté esa idea y ya no tengo prisa. Ahora quiero encontrarme con más libros que termine por dejar a medias, con otros que me dé pena aceptar que leí, con muchos más que no entienda y tenga que releer, y por supuesto con los que sé que son garantía y están esperándome, pero lo importante es que ya aprendí a esperar y disfrutar de cada uno de ellos.

A partir de ahora, gracias a Stephanie Lewis y Pamela Cerdeira tengo la oportunidad de escribir por primera vez para alguien más que no sea yo y contarle, si hay alguien ahí afuera al que le interese, de qué van los libros que han pasado por mis manos y los que están por pasar, qué me hicieron sentir, si me dejaron o no con ganas de más, si lograron incomodarme, enamorarme, enojarme, angustiarme…

Con mucha suerte, espero que gracias a esta oportunidad me lleguen recomendaciones nuevas y mi lista de pendientes por leer, que hoy ya es lo suficientemente larga como para estresarme, se haga interminable y tenga que apurarme a llegar a mis siguientes vidas para continuar.

Por último, y para dar pie oficialmente a este espacio, les cuento que hoy, la que me trajo al mundo y la culpable directa o indirectamente de mi amor por los libros, cada dos o tres fines de semana me llama para decirme: “Bolita, ya no tengo nada que leer ¿qué me vas a recomendar y prestar?” y eso, señoras y señores, es el mejor motivador y regalo a mis cuarenta y dos años para perderme cada domingo y encontrar la siguiente gran historia digna de ella.

@parralina

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.