¿Por qué hasta ahora?

Imaginen que la situación más devastadora de su vida de pronto se convierta en mercancía para ajenos que quieren subir su tráfico en las redes o su rating en los programas.

¿Por qué hasta ahora?
Susana Moscatel

Ciudad de México - Cuando una mujer, o un hombre para el caso, decide que es momento de levantar la voz respecto a su abusador, usualmente sabe que habrá muchos nuevos ataques que seguramente harán que lo que ya parecía estar en el pasado vuelva.

Esta semana, precisamente el martes por la noche, Sasha Sokol tomó una decisión muy difícil. Hay que admitirlo, sabemos que en este cargado ambiente de polarización, el hecho de exponer tu más grande dolor seguramente será usado a modo para quien quiera cambiar la conversación política. Y luego está el clickbait. Solo por un segundo imaginen que la situación más devastadora de su vida de pronto se convierta en mercancía para ajenos que quieren subir su tráfico en las redes o su rating en los programas. No es lo mismo dar la nota que ver cómo por todos lados aparecen “productos informativos” que sólo añaden ruido y exaltan el morbo para beneficiarse de lo dicho.

La historia de Sasha era un secreto a voces cuando ella y también muchas de nosotras, éramos niñas. Y por años ella tuvo que pasar un proceso terriblemente difícil. Es mucho más seguro buscar creer que tu historia fue de amor y no de abuso. Pero el mundo ha cambiado y si bien en México el movimiento #MeToo se enfrentó a otras maquinarias que parecían insuperables, la voz de la ex Timbiriche es una que no se va a ignorar. Por la simple naturaleza humana de que si nos toca cerca nos importa. Y millones de nosotros crecimos con ella.

Al analizar y comentar este tan difícil tema he leído y escuchado una cantidad hermosa de respuestas no solo de sororidad, sino de agradecimiento. Muchas han tenido el valor de decir “a mi también me pasó eso”. Es, sin duda un paso hacia la sanación. Pero es también tristemente destacable la respuesta de tantos diciendo, “¿Por qué hasta ahora?”. Claramente quien dice algo así se siente amenazado o no sabe cómo funciona el duelo. Como a veces tenemos que pasar por un millón de cosas para reconocer que lo que vivimos fue devastador. Cuando Sasha se pregunta “¿Qué hubiera sido de mí si en vez de llevarme a su cama, me hubiera cuidado”, no escucho a  una mujer de nuestra edad. Escucho a la niña de 14 años con toda su confusión, dolor y capacidad de supervivencia.

¿Por qué ahora? Porque al fin ella estaba lista. Porque ya no pudo seguir escuchando a quien abusó de ella tantos años contar todo con condescendencia y como una historia de amor. Si la canción en voz de José José “40 y 20” a algunas siempre nos sonó a una apología de los estándares tan distintos con el que se juzga a los hombres y a las mujeres, ¿imaginen nada más 14 y 38?

A los que pregunta a forma de descalificación, “¿por  qué ahora?”, les recuerdo que una voz que es escuchada y creída estos día bien puede ser la salvación de sus hijas. El dejar de normalizar algo así de manera colectiva ayuda a que se tenga recursos emocionales para saber que una no tiene la culpa. Para los cínicos que piensan que en la vida lo único que la gente quiere es fama les informo algo: cuando uno la tiene se da cuenta que no es lo que nos contaron. Y a estas alturas, Sasha, no tendría nada que ganar más que la verdad al decir lo vivido. Cuando veo que programas de espectáculos ponen pedazos de entrevistas de algunos años atrás donde ella habla de su amor se me rompe el corazón. ¿Cuánto tuvo que pasar para que ella pudiera ver con claridad lo que pasó? ¿Cuántos usarán eso en su contra simplemente porque ese tiempo pasó?

También hay que ser muy claros. Esto NO tiene que ver con la cultura de la cancelación que ya rayó en la histeria. No es lo mismo denostar personajes como Pepe LePew o el Señor Cara de Papa que hablar de un Jeffrey Epstein o de un Harvey Weinstein. Y en México estas historias no son nuevas en absoluto. Pregúntenle a Sergio Andrade. Y eso solo es el principio.

Así que ante preguntas ignorantes, información contundente:

  1. El proceso de reconocer el abuso sufrido a veces tarda una vida entera. Nadie puede desestimar la importancia de escuchar cuando alguien se siente lista o listo para hablar.
  2. Creer no quiere decir que sea a ciegas. No podemos ser parte de una cultura vengadora por conveniencia u entrenamiento. Pero siempre hay que escuchar y jamás descalificar con base a nuestras propias experiencias o status quo.
  3. A veces uno se sentirá incómodo. Yo me siento incómoda. Luis de Llano siempre ha sido un caballero conmigo y siempre ha sido interesante entrevistarlo. Ese es mi problema y mi problema nada más. No cambia los hechos y él no ha salido ni puede negarlos.
  4. Y por último, eso no es a modo. Si uno tiene una plataforma, desde Twitter a un programa en televisión nacional: las descalificaciones desde el hígado nos hacen cómplices del problema. Si alguien, mujer u hombre, sabe que toda la maquinaria del poder se irá en su contra por contarla verdad, usualmente se quedará en silencio. Eso es lo último que necesitamos que ocurra. Y esto NO es entretenimiento.

Me parece que empieza una nueva era y me quedó la esperanza de que hagamos las preguntas correctas, saber distinguir el ruido de los hechos y no jugar a los justicieros vengadores. Culpar a los padres, a la fama, al dinero, solo es una salida fácil. Esto ocurre en todos lados, solo que el espectáculo es una especie de mundo que millones pensamos tener en común. Hagamos, con todos sus equivalentes, que “el sillón del casting”, deje de ser un chiste y se vuelva en materia de repudio.

@susanamoscatel

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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