“Mientras escribo”…y escribí

Cada uno de mis libros guarda una historia muy personal conmigo y casi siempre con alguien más.

“Mientras escribo”…y escribí
Teresa Parrales
«Si no tiene tiempo para leer, no tendrá el tiempo o las herramientas necesarias para escribir»

Stephen King.

Si alguien me hubiera dicho cómo cerraría el 2021, jamás hubiera creído que estaría escribiendo en éste o en cualquier otro espacio, y mucho menos acerca de libros porque yo solo fui una feliz lectora toda mi vida.

Hace algunos años en una de mis tantas anécdotas:

— Enséñame a escribir.

— Ya sabes escribir.

— En serio, escribir para ser algún día como ustedes que escriben en sitios, revistas, esas cosas.

— No te puedo enseñar a hacer algo que ya sabes hacer, pero si de verdad quieres eso, empieza por leer a Tom Wolfe y … te voy a prestar Mientras escribo de Stephen King.

A King lo conocí como seguramente muchos de mi generación, no necesariamente por sus libros, pero sí por algunas de sus historias llevadas al cine: Carrie, Cementerio de animales, Misery y mi favorita de todos los tiempos, El resplandor. Permítanme ahondar un poco en esta obra hecha película; cuando mis hermanos y yo éramos niños por supuesto no existía Blockbuster, mucho menos algo parecido a Netflix y no estoy segura de cuándo comenzamos a ser miembros de Videocentro, porque a partir de entonces cambió nuestra dinámica y suerte, pero antes de eso únicamente teníamos dos o tres películas en formato Beta y una de ellas era precisamente El resplandor  protagonizada por Jack Nicholson (amor de mis amores) y la veíamos un fin de semana sí y otro también porque era lo que teníamos y la amábamos. Mi hermana y yo solíamos disfrazarnos de las hermanas muertas del hotel para espantar a mi hermano cada vez que podíamos, hablábamos con nuestro índice y jurábamos que la señora de la tina nos saldría de debajo de la cama cualquier día a saludar —porque por supuesto, tampoco teníamos tina—.

El tema es que así conocí al autor, entonces cuando me mandaron a leer un libro que habla sobre cómo se inició en el oficio que para mí es el más bonito del mundo, el de escritor, no me hice para nada la difícil.

Sería injusto intentar reseñar la obra porque no es solo una autobiografía que sí nos deja asomarnos a muchas etapas del autor y su viaje personal y profesional para llegar a ser hoy uno de los autores con más obras publicadas y traducidas y uno de los más exitosos comercialmente hablando —hecho por el que es criticado por muchos, por cierto— sino también una especie de manual con muchas referencias prácticas de autores, técnicas y obras para quienes quieren dedicarse a escribir.

No es textual, pero en los espacios del libro en los que habla propiamente del arte de escribir, el mensaje es más o menos este: Lee y escribe y escribe y lee, pues es la única manera de saber si lo estás haciendo bien.

Así que si tú como yo quieres saber más de él, de su infancia, de sus carencias, de sus primeras historietas que él mismo mecanografiaba, armaba y vendía en su escuela, sus vicios y su lucha contra ellos, sus motores que lo ayudaron una y otra vez a levantarse de alguna de sus tantas tragedias o derrotas, búscalo que no te vas a arrepentir, sin duda es de mis biografías favoritas además de que con este libro le perdoné todos esos finales alargados y raros de varias de sus novelas.

Y entonces un día sucedió más o menos así:

Tu columna va a ser de libros, ¿verdad?

— ¡Nombre, cómo crees! Yo no sé escribir.

Acto seguido ya andaba yo de mitotera tomándome fotos para esta columna y pensando cuáles serían los primeros libros de los que escribiría.

Ahora cada vez que escojo el tema recuerdo esta frase del libro del que hoy les cuento porque es inevitable, aunque no sean novelas siento que cada vez que escribes algo más o menos personal que se hará público aplica exactamente igual:

«Alguien, cuya identidad no recuerdo, escribió que en el fondo todas las novelas son cartas a una persona. Pues oye, estoy de acuerdo, todos los novelistas tienen un lector ideal, y que el escritor, en varios momentos de la redacción de una historia, se pregunta: ¿Qué pensará cuando lea esta parte?»

Cada uno de mis libros guarda una historia muy personal conmigo y casi siempre con alguien más, así que con cada entrega de este espacio me pregunto si la persona a la que me recuerda esa obra me leerá, si entenderá que es de ella o de él de quien hablo, si le molesta que nos exhiba o si solo le da risa porque es un chiste entre dos.

No soy la clase de persona que suele hacer una lista y mucho menos pública de las cosas por la que está agradecida con cada año que termina, es más, no soy muy festiva que digamos, pero esta vez voy a aprovechar las fechas pasadas para escribir GRACIAS, así en mayúsculas.

A ti que me diste el avión diciéndome que ya sabía escribir, pero no me lo diste tanto al final y me prestaste tu libro; a Stephen King (que seguro está pendiente de que lo menciono aquí, ¡ja!) por haber escrito esa joya que me incitó a seguir leyendo y a escribir y a escribir, aunque por años solo me leía yo; a ustedes, Steph y Pam porque nunca les agradeceré lo suficiente por haberme invitado a ser parte de este proyecto; y ustedes que cada quince días se asoman por acá, me leen y me hacen recomendaciones de libros o me dejan corazones que alegran el mío.

Desde el fondo de mi ser, ¡muchas gracias!

Por cierto, nunca regresé ese libro prestado porque sentí que me pertenecía más a mí que a su dueño original en ese momento. Claro que le compré una edición más nueva y pagué con ella.

Lo siento, pero es bien sabido que no debemos prestar libros.

Stephen King

¡Felices lecturas para el 2022!

@parralina


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Más de 100 opiniones a través de 80 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete y sé parte de Opinión 51.