Una historia de abejas y de ineficiencia

La tarea sonaba titánica. Lograr coordinar a tres diferentes organismos para resolver el hábitat de las miles de abejas y conseguir que llegaran el mismo día y a la misma hora, sonaba imposible.

Una historia de abejas y de ineficiencia

Año con año el clima nos da una multitud de historias para que quienes vivimos en la Ciudad de México nos quejemos amargamente. Puede ser del frío, del calor, de las lluvias siempre atípicas, de los aironazos… pero siempre hay algo que comentar. Las últimas semanas, justo a la entrada del otoño, ha hecho un calorón en la ciudad, y es precisamente ese calor el que me da oportunidad de contarles una historia de abejas… y de ineficiencia.

Afuera de mi casa hay un poste de luz, de los que tienen un transformador arriba. El poste es de metal y es hueco. Tiene dos agujeros pequeños, uno en la parte de arriba y otro a pie de calle. El poste es, desde hace muchos años, el hogar de miles de abejas que en algún momento decidieron hacer ahí su colmena. Normalmente no molestan a nadie y solo te enteras que viven ahí cuando salen a pasear por alguno de los agujeros del poste o cuando son demasiadas y hacen una especie de extensión de la colmena en la parte superior del poste.

Pero hay épocas del año en las que las abejas se alborotan. Suele ser en los momentos de más calor, como el que vivimos en la Ciudad de México hace unos días. No sé cuál será la temperatura dentro de un poste de metal, pero supongo que tanto calor no le gusta a las abejas que ahí residen porque se vuelven agresivas. Muy agresivas.

Hace unos años, en esas épocas de calor infernal que suelen darse alrededor de abril o mayo, las abejas picaron a varias personas que caminaban por la calle y a unos niños que estaban en festejo cumpleañero. Los vecinos preocupados llamaron a protección civil cuyos representantes vinieron, analizaron la situación y amablemente nos dijeron que no podían hacer nada, que el asunto les competía a los bomberos. ¿Cómo voy a llamar a los bomberos cuando deben de tener cientos de emergencias infinitamente más relevantes que unas abejas habitantes de un poste? Me rehusé a hacerlo pero un vecino alérgico al piquete de abeja se encargó de ello.

Llegaron los bomberos en su camión rojo gigante. Otra vez nos topamos con personas sumamente amables que analizaron el poste y terminaron diciéndonos que ellos no podían hacer nada, que el responsable era protección civil. Les informamos que justo había sido protección civil quien nos había pedido que les llamáramos a ellos. Nos ofrecieron una visita coordinada entre ambos para poder resolver, ahora sí, el enredo de a quién le competía la reubicación de las abejas.

Pasaron las semanas y llegaron, una vez más, protección civil y los bomberos en su camión rojo. Consternados por las miles de abejas que amenazantes volaban a su alrededor dijeron que sí era una situación de riesgo y que tenía que atenderse, más aún considerando los niños que frecuentemente pasaban al lado del poste. Pero, pequeño detalle, ellos no podían hacerlo. Ya habían investigado a quién le tocaba hacerse cargo aludiendo a las cadenas de mando de sus respectivas instituciones. Como el hogar de estos insectos muy sociales era un poste de luz, el encargado de resolverlo era, ni más ni menos, la Comisión Federal de Electricidad, la CFE.

En ese momento supimos que todo sería más difícil de resolver, pero los vecinos no claudicaron. Llamaron a la CFE y días después vinieron unos trabajadores, también muy amables, quienes nos indicaron que sí, que eran muchas (ajá), que eran agresivas (ajá), que podían representar un riesgo para la gente que pasaba por ahí (ajá), pero que ellos no podían hacer nada. Que en realidad era un tema de protección civil o quizás de los bomberos, que intentáramos con ellos.

Pueden imaginarse la escena. El vecino alérgico, la mamá con hijos chiquitos, el otro vecino al que ya habían picado, explicándole a los trabajadores de la compañía de luz que eso ya se había hecho. Bueno, nos explicaron, en realidad es competencia de los tres –de protección civil, de los bomberos y de CFE— así que, lo ideal, y lo único que serviría sería acordar una reunión entre los tres. La tarea sonaba titánica. Lograr coordinar a tres diferentes organismos para resolver el hábitat de las miles de abejas y conseguir que llegaran el mismo día y a la misma hora, sonaba imposible. Tan imposible que fue hasta ese planteamiento que los vecinos se rindieron.

Ante la desilusión de los vecinos, que ya llevaban rato conversando con los trabajadores, éstos, siempre amables, plantearon otra solución. ¡Mejor échenles jabón Roma y ya con eso se espantan!

Pasan los años, llega el calor, se alborotan las abejas y pican a alguno de cuantos pasan por ahí. En este calorón reciente picaron a un grupo de policías que pasaban, uno de ellos probablemente alérgico por la hinchazón inmediata que sufrió. Nunca fue posible reubicarlas. Pero ya hay jabón Roma al alcance de todas las casas alrededor del poste y siempre unos antihistamínicos de emergencia. Y cero quejas de la amabilidad, inútil, pero destacable, de los respectivos funcionarios.


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