El maldito círculo de la violencia infantil

El sistema de protección a la niñez en México es un fraude; descorazona, desmoraliza, engendra frustración y amargura.

El maldito círculo de la violencia infantil
Yohali Reséndiz

Todos los días, niños, niñas y adolescentes son brutalmente maltratados, asesinados, abusados sexualmente y casi ninguno es salvado. ¿La razón? No existe un eficiente sistema de protección.

“V”, de tres años, fue abusada sexualmente por dos de sus cuidadoras en la guardería 28 del IMSS. La madre de la menor, al darse cuenta de lo que vivía su hija todos los días que la dejaba en una “estancia de cuidados infantiles” mientras ella se iba a trabajar tranquila, procedió a una denuncia penal en contra de la institución y de las agresoras, quienes le metían a “V” anal y vaginalmente dedos o crayolas, pero eso no solo era a “V”, sino a más menores –declararía “V”–, solo que ningún padre de familia quiso denunciar, todos callaron; ellas fueron señaladas como “las locas” y las dejaron solas. El padre de “V” las abandonó, la madre continuó como pudo la denuncia penal. El IMSS decidió “sancionar ejemplarmente” a las docentes ubicándolas en el área de maternal.

Los años siguieron, la madre de “V” perdió su trabajo, la menor entró a terapia psicológica durante más de 11 años. La madre ganó la demanda contra la institución por reparación del daño casi 12 años después y el padre de “V” –que ya tenía otra familia– al enterarse de la suma regresó a pelear ese dinero por la vía legal alegando que gracias a él “V” tuvo derecho al IMSS. Al darle seguimiento a la denuncia en 2019 publiqué que las maestras agresoras “Miss Moni, la grandota” y “Miss Sandy” fueron sentenciadas a 27 años, un día y 14 años, respectivamente. Sin embargo, es de resaltar que fue un proceso desgastante para ellas y, al no contar con un apoyo psicológico eficiente para ninguna, “V” ha intentado quitarse la vida al menos un par de veces.

“D” había cumplido tres años cuando su padrastro lo golpeó y le azotó la cabeza contra el piso, con lo que le provocó una muerte instantánea. ¿Qué le molestó? El llanto de “D” por un juguete. El hermano menor y la madre fueron testigos de la cruel y terrible escena; ella se orinó y no pudo gritar ni levantarse a defender al hijo, sus piernas no le respondieron. “Ahora sí, mi reina, seremos felices, ya me tenía hasta la madre este cabrón”, le dijo el asesino a la madre de “D” mientras limpiaba con la colcha el charco de sangre. Con absoluta impunidad lo envolvió en un cobertor y se llevó el cuerpo para tirarlo en algún paraje de Pachuca. A la mitad del camino, un patrullero lo detuvo y por una suma considerable lo dejó libre. Varios años pasaron para que la madre pudiera hablar de lo vivido. El padrastro huyó. “D” nunca tuvo justicia.

“N”, de 14 años, fue abusada sexualmente desde el 2015 y hasta 2019 por su primo de 21 años. Al enterarse, la madre de la menor acudió a levantar su denuncia a la Fiscalía de Delitos Sexuales de la Ciudad de México perteneciente a la fiscalía general de (in)justicia de la Ciudad de México. Afortunadamente contó con la atención de tres funcionarios: Alicia Rivero Morales, Esther Contreras y Guillermo Santillán, quienes la apoyaron y junto con todos los elementos que la madre investigó y aportó quedó integrada la carpeta y denuncia por corrupción de menores en contra de su familiar.

Como en cada caso, la indolencia se apersonó esta vez en la figura de la psicóloga Blanca Arredondo, quien le dijo a la madre textualmente: “Ya no se estrese, debería considerar este abuso sexual como si fuera el primer amor de su hija. Además, él, familia directa, directa, pues no lo es”.

Han pasado casi cuatro años y hasta hoy la autoridad ha sido endeble con el violador de “N”, un hombre que no dejó de hostigarla y se metía a la escuela de ella para continuar dominando bajo la amenaza de “Si me dejas colgaré todos los videos donde te cojo y todos van a mirar lo zorra que eres”. El próximo 22 de marzo se llevará a cabo la audiencia donde se determinará la sanción para quien violentó en todas las formas posibles a una joven que hoy también ha cumplido cuatro años de estar en un proceso psicológico.

“T”, de cuatro años, asistía a un preescolar en la alcaldía de Xochimilco. Una tarde cuando su mamá le bañaba “T” manifestó dolor en su ano; al indagar durante varios días la razón, “T” pudo relatar que su compañero “G”, de casi seis años, le picaba la “cola” con un lápiz “suave” en el baño de la escuela. La madre llevó a “T” al pediatra, el menor presentaba rasgamiento anal. La ignorancia se apersonó en la directora del lugar cuando le respondió “textualmente” a la mamá “quejosa”: “No hay nada de qué preocuparse, señora, todos los niños se exploran. Es normal”.

No, no era normal.

La estupidez tomó forma de ministerio público cuando la madre acudió a la fiscalía de delitos sexuales perteneciente a la fiscalía general de (in)justicia de la Ciudad de México y respondió:

“Pues no se puede hacer mucho, señora, no puedo girar una orden en contra de un menor de seis años”.

La denuncia periodística que hice entonces provocó una intensa investigación por parte de quienes minimizaron los hechos. Un par de años después los peritajes determinaron que “G” era abusado sexualmente por su padrastro y lo replicaba en “T”, pero la madre de “G” no quiso denunciarlo y por parte de la Secretaría de Educación Pública fue tanta la presión que fueron forzados a realizar un cambio de dirección en esa institución educativa.

Generalizar es injusto y es cierto que existen cientos de jueces, fiscales, trabajadores sociales, policías de investigación y psicólogos comprometidos y vitalmente interesados en la niñez y el arropamiento a las familias, sin embargo, NO SON LA MAYORÍA. El actual sistema descorazona, desmoraliza, engendra frustración y amargura. El sistema de protección a la niñez en México es un fraude.

Poner de manifiesto la realidad de la niñez que sufre violencia de cualquier tipo es la única manera en que la sociedad exija para ellos la protección que merecen. No sólo es el daño físico, el emocional es casi seguro que tendrá una consecuencia a largo plazo. Hay una necesidad urgente largamente desatendida; es menos costoso proteger y rehabilitar a un niño hoy que mañana afrontar los costos sociales cuando crezcan.

@yohaliresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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