Un día inolvidable para el presidente del Poder Judicial

Grave es que sí la máxima casa de justicia vulnera los derechos laborales de sus colaboradores, ¿qué puede esperar la ciudadanía de un Poder Judicial en el que imperan la impunidad y la corrupción?

Un día inolvidable para el presidente del Poder Judicial
Yohali Reséndiz

¿Qué busca Rafael Guerra, del Poder Judicial? Inquieta y desconcierta la manera en que se aferra a presidir el Poder Judicial de la Ciudad de México cuando existe un total descontento y reprobación en el interior de la comunidad judicial, el cual se exacerbó con su autorratificación.

El lunes 10 de enero, Guerra tuvo frente a sí mismo un espejo: un recinto del pleno de magistrados vacío durante su toma de protesta y, aunque de manera remota hayan atestiguado Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX, y Héctor Díaz Polanco, presidente de la Mesa Directiva del Congreso de la Ciudad de México, estuvo solo. Ese día, que debía ser memorable, fue ensombrecido por reclamos y manifestaciones de las y los trabajadores del Tribunal que desde temprano bloquearon los accesos a los edificios principales –Ciudad Judicial, Avenida Juárez y Patriotismo–. Y, como era de esperarse, a través de redes sociales desde cuentas institucionales dieron a conocer el acto protocolario bloqueando y silenciando los reclamos de trabajadores y usuarios, ¡y que viva la opacidad!

El acceso a la justicia fue negado a cientos de capitalinos por los señalamientos de los propios trabajadores del Poder Judicial, que los llevaron a realizar un paro de labores exigiendo, con justa razón, el pago de las prestaciones laborales que dejaron de retribuirles desde noviembre pasado.

Grave es que sí la máxima casa de justicia vulnera los derechos laborales de sus colaboradores, ¿qué puede esperar la ciudadanía de un Poder Judicial en el que imperan la impunidad y la corrupción?

El apoyo al amigo no se hizo esperar, y enviaron a sus mejores granaderos para reprimir y dispersar a los alborotadores y a las “pinches viejas” que gritaban exigiendo sus derechos y que al mismo tiempo Rafael Guerra pudiera entrar al recinto como le gusta: por la fuerza y con la violencia que ha caracterizado a la institución en los últimos años.

Ya adentro alguien preguntó: “¿Y Guerra?”. “Ah, pues allá, ya enclaustrado”, respondió otro burlonamente.

Hace apenas unas semanas, Diego Valadez, líder sindical, protegido por Guerra, solicitó respeto para “su presidente” porque “representa la institución”. ¡Bah! Pero al mismo tiempo agredió verbalmente, cual machito y misógino, a la mujeres: “Te dan el abrazo, PINCHES VIEJAS, el besito… PINCHES VIEJAS, ahí ofendiendo y tirándole a uno”.

Y sí, para esto le ha alcanzado al Tribunal Superior, que viola constantemente los derechos de quienes acuden en búsqueda de justicia. Sin olvidar que Rafael Guerra ha sido vergonzosamente señalado por su protección a agresores sexuales como el exmagistrado Manuel Horacio Cavazos López, denunciado por violentar sexualmente a sus hijas, o Édgar Agustín Rodríguez Beiza, vinculado a proceso por abuso sexual y todavía en funciones. Ahí nomás.

Es el mismo Guerra quien cuenta con un salario bastante decoroso y con un fideicomiso como magistrado –que, por cierto, no han querido transparentar, pese a múltiples señalamientos– que le permiten respirar tranquilamente sin saber lo que significa no poder cubrir una despensa por falta de vales o pasar fiestas decembrinas sin recursos suficientes para sufragar los gastos.

¿Será que la Navidad pasada él y el resto de los magistrados dejaron de percibir sus prestaciones/sueldos como todos los trabajadores del Tribunal? No, ¿verdad? Aun cuando existe una diferencia abismal entre los ingresos de los juzgadores, quienes están al frente de la línea de batalla todos los días dando servicio, los mismos que durante esta pandemia han arriesgado su vida y muchos más MURIERON, SÍ, MURIERON sin recibir siquiera un mugroso oficio como esquela por parte del Tribunal.

Que se lea bien: en el Tribunal de la Ciudad de México no sólo vulneran los derechos de los trabajadores, sino de todas las familias que dependen de esos ingresos, ¿o qué, ellos tampoco importan?

¿Tiene Guerra idea de cuántas familias se quedaron esperando ese dinero para cubrir sus necesidades, pagar medicamentos, una cena navideña, comprar ropa, regalos para sus hijos o hasta para gastos funerarios…? ¡Carajo!

Así, el Poder Judicial de la Ciudad de México es muestra otra vez de la podredumbre que se vive en su interior, de su agonía por la corrupción. Y la otra pregunta es: ¿hasta cuándo?

¿Dónde quedó la ciudad que en su momento se consideraba como de vanguardia y que ahora en manos de Rafael Guerra ha demostrado que no hay la capacidad para de darles justicia A SUS PROPIOS TRABAJADORES?

Sí, sí, ya sé, es más fácil el apapacho de los amigos y un “ahorita te mando a los granaderos, tranqui” que hacer frente a una manifestación hasta cierto punto provocada.  Los videos de quienes acudimos ahí no mienten; había granaderos, sí, sí, los que la propia jefa de Gobierno había indicado que desaparecerían porque esta “es una ciudad de libertades y no de represión”.

Rafael Guerra demuestra exactamente lo contrario y queda claro que sí fue “reelegido” en contra de la Constitución de la Ciudad de México; fue una elección a modo, planchada por él y sus amigos magistrados, porque no fue por los trabajadores del Poder Judicial, que está clarísimo que NI lo quieren al frente NI lo reconocen NI lo respetan. Qué presidente del tribunal ni qué ocho cuartos, pues todos y todas le cuestionan sus decisiones y habrá que sumar las grandes inconformidades que se dan en el foro de postulantes con todos los daños colaterales que ha venido a causar. La pobre justicia de la Ciudad de México, en manos de Rafael Guerra con un pleno comprado a su modo y con una jefa de Gobierno imposibilitada para hacer algo por sus ciudadanos.

Ah, y para ubicar al adornado líder sindical de apellido Valadez, es necesario aclararle que nada de que gracias a un esfuerzo compartido y bla, bla, bla… puras habas, ningún empleado necesitó a su sindicatucho para lograr que les activaran las tarjetas de sus vales; ellos y las pinches viejonononas (por chingonas, entronas y poderosas) que hay en el tribunal sin necesidad de su representación lograron lo que los sindicatos no pudieron… ¿y sabe por qué? Porque ya cuando se bajan los pantalones con el presidente del Tribunal ya valió, ya no hay manera de darse a respetar y, ni modo, hay que apechugar a lo que diga, ¿verdad?

Por último, tengo un par de preguntas serias para el presidente magistrado Rafael Guerra:

¿A qué le supo rendir protesta en un pleno vacío porque sus trabajadores no le permitieron el acceso gracias a la violación a sus derechos?

¿Y qué se siente salir por la puerta trasera del estacionamiento para escapar de los reclamos, usted que es el presidente magistrado del Poder Judicial de la Ciudad de México?

@yohaliresendiz


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Más de 100 opiniones a través de 80 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete y sé parte de Opinión 51.