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Por Pamela Cerdeira

Son las 6:30 de la mañana, los pajaritos que en la pandemia me parecían tiernos llevan ya dos horas cantando, lo sé porque a veces llevo el mismo tiempo poniéndoles atención. Me paro de la cama en contra de mi voluntad, lo hago hasta que negarme es imposible: un compromiso, un hijo que te llama, la vejiga, algo ajeno a mi voluntad. No, no es depresión, solo estoy agotada. 

Tengo una relación tóxica con el cansancio. Como si se tratara de una pareja inconveniente sobre la  que solo oyes malos consejos. Estoy cansada. Es que haces muchas cosas. Ya metí una almohada en el coche. Si aprovecha para dormirte. Llevo algunas horas buscando estudios que me permitan entender cómo mis síntomas son parte de una historia más grande, pero no los encuentro, salvo uno que dice lo que todas sospechamos: los expertos en salud ignoran el agotamiento como un síntoma. Los otros estudios en los que se menciona el agotamiento son los relacionados con los efectos por COVID, y se acabó.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.